Fotografías: Alejandro García-Cantarero
El crecimiento cuantitativo de Rufus T. Firefly en los últimos años ha ido de la mano de una evolución artística coherente, firme y apasionada. Magnolia (2017) y Loto (2018) supusieron el verdadero punto de inflexión de la banda originaria de Aranjuez que, tras varios discos, algunos cambios de formación y un largo tiempo sembrando, por fin empezaron a recoger los frutos a nivel de reconocimiento unánime y de cifras.
Tras esa etapa, Víctor Cabezuelo y Julia Martín-Maestro, miembros originales del grupo y verdaderas almas del proyecto, decidieron parar y replantear todo de nuevo, con el fin de seguir hacia delante manteniendo la idiosincrasia de la banda pero dando un nuevo paso en su carrera. Así surgieron las canciones de El largo mañana (2021), el nuevo álbum con el que Rufus T. Firefly pone su mirada en los sonidos Soul de los años 70, sin dejar de lado la identidad que les ha hecho convertirse en mucho más que un grupo de culto.
Así, junto a Miguel de Lucas (bajo), Carlos Campos (guitarra), Marta Brandariz (teclado) y Juan Feo (percusión), han elaborado uno de los mejores discos del año, donde los seis músicos indagan en unas referencias hasta ahora lejanas a ellos, facturando una serie de canciones emocionantes, detallistas y tremendamente poéticas y evocadoras. Tras conocer este nuevo trabajo gracias a la edición física, hace un par de semanas que se publicó en todas las plataformas digitales. Coincidiendo con ese momento, nos encontramos con Julia y Víctor en pleno centro de Madrid para, con el tiempo y la reflexión que este disco merece, hablar de todo lo que les ha traído hasta aquí.
Hace dos años que cerrasteis la etapa de Magnolia y Loto con el inolvidable concierto que disteis en La Riviera. Algo que aún recordamos como algo muy bonito y emocionante. Después de esa etapa con la que os consolidasteis por fin en el panorama musical, ¿os resultó difícil resetear todo y afrontar un nuevo reto como este? ¿Cómo os enfrentasteis a ese final y al principio de este nuevo proyecto?
Julia: Creo que siempre hacemos un poco eso: cuando estamos en mitad de una gira o presentando un disco, ya estamos pensando en lo siguiente. Normalmente nos gusta hacer cosas nuevas y no apalancarnos o acomodarnos. Yo creo que ese es el principio de lo de ahora.
En cuanto al final que comentabas, la despedida de Loto y Magnolia fue muy emotiva. Lloramos mucho, cosa que nunca nos había pasado en un escenario, y ese día no podíamos contenernos. El ponerle fin a una cosa tan intensa, con tantas emociones y con tanto curro, siempre es muy emotivo. El tránsito entre Loto y El largo mañana ha sido, entre la pandemia y otras cosas, un nivel de trabajo diferente porque al principio no podíamos vernos ni quedar para ensayar. Entonces sí que al final se ha alargado mucho más el recorrido hasta llegar a tener el disco en las manos. Pero, como siempre, hemos intentado buscar caminos nuevos.
Víctor: Es muy difícil intentar resumir cómo ha sido la transición porque digamos que cada día, de todos los que han pasado desde que terminamos Magnolia y Loto hasta ahora, hemos sentido cosas diferentes y han pasado cosas diferentes por nuestras cabezas. Al final es la suma de un montón de cosas y no se puede definir muy bien. Pero bueno, ha sido una transición… Eso, ha sido una transición [risas].
Hubo un momento en que llegamos a tomar ciertas decisiones pensando más en el ámbito económico que en el artístico
Sí que acabasteis un poco cansados o saturados de ese sonido y con ganas de renovarlo.
Víctor: ¿Sabes qué pasa? Que nosotros éramos una banda que, cuando sacábamos un disco, con suerte lo podíamos tocar diez veces al año. De repente, sacamos Magnolia y Loto y pasó un poco lo que siempre habíamos querido, que era tocar. Eso fue guay, pero fue muy cansado y fue muy shock. Creo que tienes que estar un poco preparado para eso. Que estés tan tranquilo en casa y de repente te venga una gira de 80 fechas, genera mucho entusiasmo, pero a la vez te haces muchas preguntas: «¿Ahora cómo organizo mi vida y compagino mi trabajo?». Pero sí, acabamos cansados de todo eso.
Viniendo de donde veníais, ¿os afectó a nivel personal ese repentino «boom«?
Víctor: A mí sí, desde luego. De hecho, hubo un momento en la gira de Loto que les mandé un mail a estos en plan «Dejo la banda» [risas].
¿En serio?
Julia: A ver, no tanto como eso, pero las palabras eran bastante en esa línea.
Víctor: Fue un poco como «chicos, igual ya está»
Julia: «Igual ya está…» [risas]
Víctor: A ver, sobre todo a mí me molestó mucho que llegamos a tomar ciertas decisiones pensando más en el ámbito económico que en el artístico. Y yo no quería estar en ese tipo de bandas, porque para eso me voy a tocar con Leiva o con quien quiera que toque con él.
Yo quería hacer otra cosa y siempre he tenido en la cabeza otra cosa. Me encanta que el grupo sea sostenible y me encanta que haya empezado a dar dinero, pero para mí no es la base de todo. Si condicionamos eso a las decisiones artísticas, a mí no me apetece. Me vi en un momento en el que nos estaba arrastrando toda esa vorágine de «hay que tocar aquí o aquí, porque aquí pagan tanto, etc». Así que, en algún momento, me vi haciendo conciertos que no quería hacer y mandé ese mail [risas]. Lo siento… [mirando a Julia]
Julia: No, no te disculpes por eso.
Julia ha dicho antes que cuando estáis presentando un disco ya estáis pensando en el siguiente. Después del merecido descanso, ¿cuándo os empieza a picar el gusanillo de verdad para poneros a trabajar y a hacer nuevas canciones?
Julia: Realmente, cuando terminó la gira de Loto, creo que tú ya tenías un par de ideas que ya nos habías pasado [mirando a Víctor]. O sea que realmente ya había algo, aunque sí que es verdad que, con todas las influencias del Soul y de todo lo que hemos escuchado, al final te va cambiando hacia otro lado. Pero creo que ya empezamos a trabajar en nuevas canciones casi cuando estábamos terminando esa gira.
¿O sea que esas influencias de las que hablas surgieron después?
Julia: La historia es que, por ejemplo, escuchábamos un disco de Childish Gambino y estábamos súper emocionados con esa movida, era lo que queríamos hacer. Todas esas influencias que te he comentado derivan de haber escuchado ese disco y es un poco lo que nos ha llevado a hacer esto. Sí que hay mucho de clásicos, de Marvin Gaye, Isaac Hayes… Vamos, que la influencia en un principio era más contemporánea, pero al final todo lo que hemos hecho viene mucho más del Soul clásico.
Víctor: Empezamos a tirar de la cuerda y todo fue un poco para atrás. Pero tampoco queríamos hacer un ejercicio de estilo ni nada de eso. No queríamos ser un grupo de Soul. Lo que queríamos hacer era coger esa filosofía, esa esencia, esa manera de tocar, que sale mucho de las manos y de la gente que lo está tocando, e incorporarlo a nuestra manera de hacer las cosas.
Nosotros siempre hemos tirado mucho de trucos de producción, de plugins, de pedales, de un montón de cosas de equipo que, al final, definían nuestro sonido y llevaban el peso. Ahora queríamos llevarlo nosotros con nuestras manos y que la intensidad de la guitarra, por ejemplo, dependiera más de lo fuerte que le doy que del pedal que estoy pisando. Y en la batería un poco lo mismo. Eso es algo que hacían muy bien a principios de los 70 y de ahí viene un poco esta tocata nueva.
La música depende mucho del momento vital en el que estés
Al final habéis conseguido renovar vuestro sonido, sonar diferentes pero ser completamente reconocibles.
Víctor: Claro, son nuestras canciones. Si estas canciones las produces de la manera que hicimos Magnolia, sonaría a ese disco.
Antes de adentrarnos en El largo mañana, querría hablar un poco de ese momento en el que os dais cuenta de que el grupo, por fin, está trascendiendo y que ya es algo más.
Víctor: Yo siempre me he tomado muy en serio todo el tema de Rufus. Igual a veces he sido demasiado cansino con los demás y he metido más presión de la que debería. Pero yo siempre veía que si hacíamos esto lo teníamos que hacer bien y de verdad, de una manera honesta. Y si no, para mí era mejor no hacerlo.
Yo creo que el momento en el que realmente sentí que había gente detrás fue a mitad de la gira de Magnolia y Loto, y lo sentí porque teníamos gente trabajando para nosotros. Teníamos gente dada de alta, a la que pagábamos, y que ese sueldo dependía de nosotros. En ese momento pensé: «Esto ya no es lo que era antes». Para mí fue el punto de inflexión.
Contadme cómo ha sido ese descubrimiento de los sonidos del Soul de los 70. Porque realmente no erais cercanos a esos discos hasta ahora. Es que, cuando se descubre algo tan grande, es increíble, ¿verdad?
Víctor: Es una revelación absoluta. Sobre todo cuando ves que eso ha estado ahí, que siempre lo hemos tenido delante, que muchas veces lo hemos escuchado pero, por lo que sea, no nos había llamado la atención o no estábamos preparados para ello.
La música depende mucho del momento vital en el que estés. También depende mucho de la edad que tengas, porque hay música que es más madura que otra y hay música que conecta más con gente de 18 años que otra. Eso está súper bien y tiene que ser así.
Por lo que sea, ahora nos entró. Nos pusimos el What’s Going On (1971) de Marvin Gaye, que ya lo habíamos oído pero, al menos en mi caso, nunca había despertado lo que despertó en este momento de mi vida. Para mí ha sido increíble, ha sido una revelación como cuando descubrí a Radiohead o cuando descubrí a los Beatles o a Pink Floyd. Así que te pones a investigar y a ver cómo lo hacían.
A mí sobre todo me llamo muchísimo la atención el contexto en el que hacían eso. What’s Going On es un disco precioso, muy bello, sensible y delicado, pero el contexto es muy duro, en una sociedad muy maltratada, con muchísima pobreza y racismo. Coger todo eso y sacarlo a través de ese disco es una lección de vida. Es como decir que estás por encima de toda esa mierda y estás enriqueciendo el mundo con lo que tienes.
Somos muy familiares y, de repente, el hecho de tener gente en el escenario que no conoces mucho, da miedo
Todo lo que hemos hablado al principio, del contexto de la pandemia, del final de una etapa y comienzo de otra, unido a este concepto musical que estabais empezando a definir, ¿cambió mucho vuestra manera de trabajar como banda?
Julia: Ha cambiado bastante. Cómo nos enfrentábamos a todo cuando éramos los cuatro Rufus del principio, era muy diferente a cómo lo hacemos ahora que, de repente, tenemos un percusionista, una teclista, gente que se va uniendo nueva la banda… Nosotros somos gente muy familiar, que siempre hemos trabajado con amigos o con gente cercana y, de repente, ese contraste de tener gente en el escenario que no conoces mucho, da miedo.
Creo que esta es una de las cosas que como banda más hemos ganado, porque tener a gente que aporta cosas diferentes y que tú no esperas, te hace ver las cosas de otra forma. También es cierto que tenemos la suerte de haber coincidido con gente que es muy buena, con la que estamos súper a gusto, que nos suma muchísimo y que nos ha hecho aprender.
Víctor: También contagian esa ilusión, de alguna manera. Hay una cosa del documental de los Beatles, cuando aparece Billy Preston. Cuando llega, de repente la actitud del grupo cambia totalmente, porque realmente no quieren mostrar sus miserias, quieren decirle a Billy Preston «Somos los Beatles y esto es la hostia» [risas]. De alguna forma pasa eso pero, sin darte cuenta, de repente ya eres otra banda y la relación con tu compañero, del que estabas un poco hasta los huevos, ha cambiado. Y te das cuenta de que estás sonriendo, de que estáis tocando y, aunque sea por quedar bien con Billy Preston, al final él te ha contagiado su simpatía, su ilusión y su manera de tocar. Yo creo que es un ejemplo muy claro.
Os preguntaba esto porque en todo momento, durante el proceso de este disco, habéis remarcado el concepto de banda.
Julia: También parece que es obvio el hecho de que un músico toque una cosa y que todos la toquen igual. Pero no es la realidad. Cada uno tiene su forma de tocar y creo que si sabes valorar eso, ganas mucho.
Por ejemplo, ahora lo que nos ha pasado con Marta ha sido un trago bastante chungo [Marta Brandariz, grabó El largo mañana pero ha tenido que dejar la banda por problemas de salud]. De repente nos dice que no puede tocar y dijimos, «¿ahora qué hacemos? si ella es insustituible». Vale, es insustituible, pues vamos a buscar a alguien que no la sustituya sino que haga su papel, con su propia personalidad. Creo que al final, si sales un poco de esa exclusividad que buscas todo el rato, creces más.
El disco lo habéis planteado de manera diferente ya desde el principio. Tocándolo en directo antes de publicarlo, vendiendo el formato físico antes de que saliera en las plataformas digitales, etc. Aparte del claro romanticismo que hay en vuestra banda con todas estas cosas, ¿Qué os ha aportado todo esto?
Víctor: ¿Sabes qué pasa? Que el romanticismo en esta banda abarca el 99% [risas de todos].
Con este disco, incluso el hecho de la piratería, nos ha hecho ilusión
Por eso no me refería a las razones por las que lo habéis hecho, sino a lo que creéis que os habéis llevado al final.
Víctor: Nosotros pensábamos que no teníamos que rendir cuentas con nadie, que la independencia musical tenía que tener algo favorable y era que podíamos hacer lo que quisiéramos. De repente, nos veíamos siguiendo una tendencia que se supone que había que seguir, pero que no creíamos en ella. No creíamos en esto de tener que presentar los discos los viernes, no creíamos en tener que hacer la pelota demasiado a las plataformas de streaming. ¿Por qué voy a hacerle la pelota a Google cada vez que tengo que buscar algo ahí?, «Gracias Google por permitirme llegar a ver lo que significa Australopithecus» [risas].
Esto es un poco lo mismo. Spotify o cualquier plataforma de streaming genera beneficios por tener mi música ahí, pero no tengo que darles las gracias por ello, para nada. En realidad Spotify debería darnos las gracias a nosotros, a todos los artistas que llenamos su catálogo. Nosotros no estamos muy dentro de ese peloteo y realmente hay que hacerlo si quieres estar dentro de una playlist.
Así que pensamos que lo que realmente a nosotros nos emocionaba tenía más que ver con el directo, con la realidad y con el formato físico, que es la manera en la que hemos crecido escuchando música. Al final, eso es lo que intentamos cuidar. A mí el streaming me gusta, lo uso y disfruto mucho de él pero, cuando me gusta un disco de verdad, me lo pillo. Es así de claro. Y cuando llega ese disco a casa es la hostia, me abro un vino, me pongo el disco y es todo increíble. Esa es un poco la manera que quiero defender porque a mí me emocionaba hacer eso cuando era pequeño y me he emocionado al ver a mi padre hacerlo. Yo siempre pensaba que escuchar música era eso y que el amor a la música, de alguna manera, viene de ahí.
Ahora me parece que una parte muy importante del amor a la música está muy condicionada al posible éxito que puedas tener con ella. Veo a chavales de 18 años que posan increíble, como si fuesen millonarios, y yo no entiendo esa movida. Me parece muy bien si es la forma nueva de ver la música, pero no conecto con ella.
Así que, como no conecto con eso, nada me impide defender lo que creo y además pienso que es un poco mi responsabilidad, porque hay mucha gente que conecta con el chico que posa muy bien en el yate, pero hay mucha gente que no. A lo mejor hay gente que conecta con las dos cosas y que puede encontrar la grandeza de todo lo que se está haciendo ahora y de cómo se hacían las cosas antes. Eso es lo más grande y, al final, ahí es donde está la verdadera riqueza.
Con vuestro disco ha pasado algo que, al menos a mí no me pasaba desde hacía muchísimo tiempo. Y es esa sensación de que lo teníamos solo los que lo íbamos comprando y que si alguien lo quería, se lo tenías que dejar.
Víctor: Incluso el hecho de la piratería, entre comillas, nos ha hecho ilusión. El hecho de que alguien se haya comprado el vinilo y le haya pasado a un colega el enlace para la descarga. Sé que mucha gente lo ha hecho, y tiene todo el sentido del mundo porque sabemos que esa gente que lo pide luego va a venir a vernos al directo. Y, en segundo lugar, me parece súper bonito y súper humano, que alguien escriba a un amigo en plan «Tío, ¿te has pillado el de Rufus? Pásamelo», y que tú se lo pases y le digas: «Te va a flipar esta canción». Eso ya es increíble. Aunque solo hubiéramos vendido uno y ese uno se hubiera pasado, me habría valido. [Risas de todos].
Como resumen del disco, ‘Polvo de diamantes’ es muy significativa de todo lo que queríamos contar
Al final eso era lo que teníamos antes. Alguien se lo compraba, te lo pasaba y, si te gustaba, ibas tú a la tienda a por él.
Julia: Yo tenía compañeros en el instituto que se dedicaban a grabar y a vender los discos en la clase. Tenían un cacharro de estos que se copiaban los CD’s y los DVD’s y claro, «negociaco» [risas].
A mí hay una cosa que me llama mucho la atención y es el orden de las canciones. He puesto en cuatro columnas el orden del vinilo, del CD, de Spotify e incluso del concierto de presentación que disteis en El Sol, y cada uno es diferente. [En ese momento, ponemos sobre la mesa una hoja con esos cuatro listados de canciones].
Julia: ¡Qué grande!
¿Qué orden es el que yo debería seguir?
Víctor: Este es el orden [señalando la primera columna] pero si lo escuchas en vinilo, claro. Pensábamos que cada experiencia era un poquito diferente. Entonces, había ciertas canciones que, por ejemplo, en el streaming me apetecía que estuvieran antes, como Me has conocido en un momento extraño de mi vida. Sabía que, de alguna manera, había gente que escucha a Rufus que podía conectar con esa canción y por eso quería que estuviese un poquito antes.
Pero para mí el orden que más mola es este. Es como más me funciona, lo que pasa es que tienes que entender que el disco acaba con Selene, aunque luego haya dos canciones extra. Creo que no puedes escucharlas todas seguidas porque entonces no funciona. Tienes que parar, ir al baño, darte un paseo o lo que sea, y luego ya escuchas las otras dos. [Se refiere a Esta persona no existe y El hombre de otro tiempo]
Y este orden, el del setlist del concierto que dimos en El Sol, está muy basado en el del vinilo, lo que pasa que tuvimos que meter las extras por medio porque había que acabar con Selene. Esa es la historia.
Aclarado. Es que yo creo mucho en el concepto de disco y por eso creo que es importante escucharlo en el orden adecuado.
Julia: Qué guay que te preocupes por eso y que pongas tanto amor.
El disco se abre con Torre de marfil. Es el arranque perfecto de El largo mañana. La atmósfera del principio, que poco a poco mete al oyente en este sonido que vais a desplegar en el resto del disco. Es casi preparatoria, hasta que llega el teclado, la batería y los coros, que ya dejan claro por dónde van a ir los tiros de aquí en adelante.
Víctor: Para mí no es la canción que resume el espíritu del disco, pero sí que es una buena presentación. Creo que es muy guay para decir «Hemos vuelto». Es como volver de una manera muy amable, no con una hostia directa. Vuelve como «Hola, no quiero molestar, pero ya estamos aquí».
Julia: Creo que esta es la única canción de toda nuestra discografía en la que Vitin empieza cantando solo con un teclado. Eso también era muy diferente de todas las cosas que habíamos hecho hasta ahora.
Víctor: Yo creo que es la canción de Rufus en la que más rápido entra la voz de todas las que hemos hecho. Y además está altita, que es algo que no solía pasar. Nos molaba mucho empezar así porque era algo diferente dentro de nuestra movida. Pero, como resumen del disco, para mí Polvo de diamantes es mucho más significativa de todo lo que queríamos contar. Tiene esos arreglos como muy románticos, tiene una sonoridad muy soulera de la batería, la melodía está muy trabajada y va mucho de arriba para abajo…
Hay un proceso muy importante en el aprendizaje que tiene que ver con la frustración de no saber cómo llegar a algo.
Tengo que confesar que te he escuchado esta mañana en el coche, camino del trabajo, hablando en la radio de lo que significa esta canción y me he emocionado. Es un sentimiento con el que creo que mucha gente puede empatizar. [La canción, según palabras de Víctor, está dedicada al hijo que, por diferentes circunstancias, nunca ha tenido]
Víctor: Realmente es algo que, si no lo hubiera visto reflejado en mucha gente de mi generación, quizá no hubiera escrito una canción que hablara de eso. Al final creo que nos ha pasado a muchos, por no tener la estabilidad que quisiéramos tener o no tener la vida resuelta. Al final, el tiempo pasa y de repente… Digamos que es algo íntimo pero también es un poco universal.
En Lafayette habláis de «la infinita búsqueda». Sin duda, creo que eso os define muy bien. ¿La búsqueda es lo que realmente marca a un creador de cualquier disciplina artística?
Víctor: Desde luego, sin búsqueda creo que no hay arte. Es muy importante buscar y también es muy importante improvisar, dejarse llevar y ver hacia dónde te llevan los sonidos. Y también ver hacia dónde te lleva tocar con compañeros que no son como tú pero que aportan su visión de la música.
A Julia supongo que le pasará algo similar también con la pintura.
Julia: Yo en esto también he cambiado mucho. Cuando era más joven pensaba en la meta y en realidad ese momento casi no lo puedes tocar, es muy efímero. Realmente, tú sacas la conclusión o la sensación de si algo ha salido bien o mal cuando ves que el proceso ha tenido sentido y lo has disfrutado. Si no es así, luego no reconoces dónde estás ni por qué.
Víctor: Hay una cosa que yo recomendaría a todo el mundo que quiera pintar, que quiera tocar o que quiera hacer cualquier cosa artística que requiera aprendizaje, que es no buscar un tutorial. «No busques cómo se hace el solo de ‘Nothing Else Matters’, sácalo tú mismo». Es que si no, no vas a aprender a hacerlo. Igual aprendes a emularlo, pero hay un proceso en el aprendizaje que tiene que ver con la palmada y con la frustración de no saber cómo llegar a algo. Lo guay es que nunca llegues, pero de ese intento quizás surja tu manera de hacerlo bonito.
Los tutoriales valen para otra cosa pero, para aprender a tocar, creo que no. Mola mucho tener un profesor que te vea, te entienda y que sepa un poco por dónde fallas y por qué no estás llegando a ciertos sitios; pero que no te diga exactamente cómo lo tienes que tocar porque entonces no aprendes nada.
Después de vuestros discos anteriores plagados de referencias culturales, en este creo que Víctor ha dado un paso más allá en las letras, siendo quizás más etéreas, menos tangibles y a la vez mucho más evocadoras. En Tempelhof hay una de esas pocas referencias, cuando nombras a Marvin Gaye. Hablas de «la preciosa decadencia». ¿Volvemos al romanticismo otra vez?
Víctor: En este caso la canción tiene doble sentido. Tempelhof es un aeropuerto que está en medio de Berlín, que era un aeropuerto nazi. Hace poco estuve y es un sitio mágico, en el que todo el mundo está haciendo raves, tú vas con la bici por la pista de los aviones, etc. Tengo la imagen de ir por ahí con la bici al atardecer, con un avión abandonado al fondo… Entonces, en ese caso yo veía la decadencia preciosa porque era la decadencia de todo lo que quiso hacer el fascismo y le salió mal. Era como «¡Jódete, Hitler!» [risas]. En ese caso en concreto, a eso me refería con «la preciosa decadencia».
Pero, por otro lado, a mí lo decadente me gusta porque me evoca muchas imágenes y me hace pensar en otros tiempos. Cuando veo un edificio muy decadente pienso, por ejemplo, cómo sería ese hotel en los años 30. Creo que es bonito que, de alguna manera, eso siga vivo.
Todo el concepto y todas las canciones de este disco giran en torno a la aceptación
Lo que sí que es cierto es que hay bastante positivismo en algunos pasajes del disco, como de mirar hacia delante, de alivio después de soportar una carga concreta. Como la letra de El largo mañana: «Ya no quiero huir»; «Todo lo que quise siempre […] Ha llegado como un sueño […] Alejando los fantasmas». ¿Vuestra visión del mundo que nos rodea es positiva?
Víctor: Yo, más que positivo, lo veo esperanzador. Al menos creo que tenemos la oportunidad de seguir, y eso ya me parece muchísimo. Yo realmente siempre veo todo muy negro, pero estamos aquí y eso es 100% real, no es Mr. Wonderful. Hoy podemos estar muy jodidos pero, si mañana tenemos la suerte de levantarnos, vamos a seguir teniendo oportunidades de cambiar las cosas y de coger todo lo que no nos gusta de nuestra vida e intentar enfocarlo de otra manera o cambiarlo. O simplemente intentar ser mejores personas, que ya es muchísimo.
Sé dónde van los patos cuando se congela el lago es la única canción del disco cuya letra no es de Víctor. Me llamó mucho la atención al leer los créditos porque creo que podrías haberla escrito tú perfectamente. Habladme de esta canción. ¿Cómo surge la colaboración con Álvaro Marcos?
Víctor: Álvaro Marcos es el cantante de Atención Tsunami, que es un grupo que me encanta. Yo lo admiro mucho y me encanta como escribe, siempre me han flipado sus letras. Le dije que si le apetecía escribir algo para este disco y él me dijo que era una movida, pero que lo iba a intentar. Él tenía mucho miedo porque escribe muy a su manera así que, en un momento dado, le dije: «Álvaro, tío, tu piensa que es un disco de Rufus y que puedes ser todo lo moñas que quieras«, «es la oportunidad de tu vida para hablar del amor sin que nadie te vaya a juzgar» [risas]. Yo creo que eso lo entendió, fue mandando bocetos y yo, según iba probando la voz, veía algunas cosas que sonaban muy Atención Tsunami así que le hacía sugerencias y, un poco entre los dos, la completamos.
Es un poco lo que dices, que yo me siento muy identificado cantándola, la siento como si fuera mía. Pero también me pasa mucho con las canciones de Atención Tsunami y por eso le pedí esto. Él sobre todo habla siempre de política y de sociedad y yo, si hablara de esos temas, me gustaría hacerlo como lo hace él.
El disco se cierra con Selene, que es el final perfecto para el álbum. Dices «Ahora sé que jamás voy a llegar al otro lado» y que «la vida empieza hoy». Parece que habla de algo que habéis citado al principio de la entrevista y es el concepto de transición.
Víctor: Todo el concepto y todas las canciones de este disco giran en torno a la aceptación. Aunque sea dolorosa no es una aceptación en plan «me da igual todo y ya está». Al contrario, es una aceptación que quiere asumir todas las cosas buenas que tienes y también todas las cosas malas, para empezar a construir algo mejor.
Yo empecé a trabajar en esa aceptación cuando empecé a escribir las letras de este disco y escribir todo esto me ha ayudado mucho a aceptar el momento en el que estoy. En ese momento me di cuenta que musicalmente nunca voy a ser la persona o el artista que yo creía que iba a ser cuando era joven. Yo me imaginaba algo mucho más extravagante, mucho más de estrella del rock y, al final, me he dado cuenta que soy una persona más campechana y más normal de lo que yo creía. Creo que eso está de puta madre.
Yo no he tenido una infancia traumática, lo siento por el resto de estrellas del rock [risas]; mis padres me quieren, tengo un perrillo, vivo en un ático en Aranjuez alquilado… No pasa nada, no tengo que forzar nada, eso es lo que soy y, desde ese punto de vista, estoy muy agradecido. Voy a intentar aportar al mundo algo bello en base a mis conocimientos o todo lo que haya podido aprender estos años leyendo, conociendo gente o trabajando.
A veces me he visto en cosas antiguas intentando parecer una persona que no me ha gustado nada. He borrado mil cosas mías de Internet porque no me veía a mí mismo. Era en plan «¿qué pretendías ahí?». No sé si era por llamar la atención, por aparentar o porque veía que a otra gente que le iba bien en la música, ciertas maneras de hacer las cosas le funcionaban. Al final, aceptar todo eso ha sido doloroso porque me hubiera gustado hacerlo muchísimo antes. Hay muchas partes de la aceptación que son dolorosas y este disco también habla de la pérdida de seres queridos, de la soledad, de muchas cosas que todos vivimos en algún momento y de muchos temas que nunca quieres sacar, pero que a veces hay que hablar de ellos.
Te recomiendo una serie que recomiendo a todo el mundo y que a mí me cambió mucho la vida. La vi cuando estaba escribiendo las letras de este disco y se llama Kidding. Es una serie de Jim Carrey y la hizo después de estar muchos años retirado. Son dos temporadas y es increíble. Habla mucho de todo esto. La serie es dura pero me parece que está tratada de una manera súper bonita y súper humana. Me parece que es una serie que todo el mundo debería ver porque nos quitaríamos de mogollón de tonterías y veríamos el mundo de otra manera.
A nivel humano, no hay ninguna diferencia entre lo que pasa en el documental de los Beatles y cualquier banda del mundo
Julia, háblame del arte del disco. ¿Las piezas que se incluyen las tenías ya o las hiciste “ex profeso” para este cometido?
Julia: Sí, todas están hechas para el disco. Hubo un par de meses que dije «me voy a poner a hacer cosas a ver si sale algo». Pero al final le dije a Víctor que hasta que no me pasara todas las letras no iba a hacer nada. Es que son tantas cosas que necesitaba centrarme.
Para terminar, no podía pasar sin preguntaros por el documental de los Beatles…
Víctor: Hemos venido a eso, ¿no? [risas].
Yo no he visto nada igual en mi vida, la verdad.
Julia: Yo lo que decía a Vitin esta mañana es que me parece muy fuerte que la imagen que yo tenía de los Beatles me ha cambiado por completo. Es que no sabíamos cómo eran realmente.
Víctor: Es verdad que también ese es un momento determinado, es un mes en concreto de la vida de los Beatles. Pero me parece increíble porque es tan bonito y tan de verdad que, si has tocado o has tenido una banda, te puedes ver identificado con cualquiera de ellos en cualquier momento. Hay días que no te apetece discutir y estás como Ringo, hay días que no te sientes valorado, etc.
Además me gusta mucho porque no hay ninguna diferencia entre lo que pasa a nivel humano en ese documental y cualquier banda del mundo. Trabajan de la misma manera que lo hacen todas las bandas del mundo, que es hablando, probando, discutiendo… Eso siempre es así.
Quizás sí que hay una diferencia. Que en cualquier otra banda, cuando se pierde la ilusión o las ganas, se rompe. Pero aquí eso no ocurre. Aquí siguen trabajando y haciendo canciones que han pasado a la historia.
Víctor: Creo que si eso les hubiera pasado el primer año, no seguían haciéndolo y que, si no fueran los Beatles, tampoco hubiesen seguido haciéndolo. Eso que dices le ha pasado a muchísimos grupos. Yo me imagino a los Kings of Leon componiendo un disco y tiene que ser un infierno. No sé si has visto el documental de Metallica, Some Kind of Monster, pero tiene un poco de esto. Que te resulta inexplicable ver cómo esa gente se aguanta. Pero hablando del documental, a mí a veces me parecía que eran actores.
Julia: Es que yo al principio me rayé un poco diciendo «tío, no son ellos«.
Víctor: Es una movida increíble ese documental.