InicioEntrevistasSarria: "Lo que hace que las cosas tengan identidad, es el alma...

Sarria: «Lo que hace que las cosas tengan identidad, es el alma que cada uno pone en ellas» (2024)

-

Fotografías: Jorge Parejo

Parece cada vez más complicado encontrar en nuestra música voces originales, con personalidad propia a la hora de interpretar y de contar historias. Uno de los artistas más interesantes que han surgido en los últimos años es Nacho Sarria, un joven malagueño que lleva desde los 15 años en esto de la música, formando parte de diferentes grupos y siendo miembro hasta 2019 de la mítica banda Los Labios. Estamos pues ante un talento emergente, pero no ante un novato. Nacho es una persona que, ahora sí, tiene muy claro lo que hace y lo que Sarria como proyecto debe aportarle a nivel personal y profesional.

En la mayoría de medios se afirma que Sarria viene del rock de los 70, cuya influencia era bastante evidente en su primer disco, pero el propio Nacho quiere despojarse de esa etiqueta y para hacerlo no se vale de discursos vacuos, sino que responde con hechos. El mundo es cruel (pero creo en él) (2024), su segundo LP, es una obra ecléctica, con sonidos y estilos a priori sorprendentes, pero que sientan como un guante a su autor. En este álbum su autor consigue una propuesta variada y enormemente atractiva, un disco que contagia, que golpea y abraza a través de diez canciones incuestionables.

Estamos ante un trabajo que se cimienta a base de contradicciones y dualidades. Hay resignación, pero también hay esperanza; hay conformismo, pero también encontramos ganas de rebelión; hay decepción con la vida adulta, pero también hay ilusión por el camino que se abre ante nosotros. El mundo es cruel (pero creo en él) trata de los últimos años de Sarria, de las idas y venidas en la profesión, de los altibajos emocionales, del hundimiento y el resurgimiento… Este disco habla, al fin y al cabo, de todos nosotros, comunes mortales que nos enfrentamos a nuestro día a día de la mejor manera que podemos hacerlo.

Descubrí tu música algunos meses después de que publicaras tu primer disco. Siempre que hablo por primera vez con un artista cuya carrera aún no es muy conocida, me gusta comenzar de una manera similar, y te quiero preguntar quién eres, de dónde vienes, cuál ha sido tu experiencia previa en la música, tu época en Los Labios, etc. hasta que llegas aquí.

Yo nazco en Málaga. Me he criado en el Rincón de la Victoria, que es un pueblo costero bastante cerca del centro de Málaga, pero lo suficientemente apartado para que haya una vida de playa tranquila y reposada. Descubrí la guitarra muy pronto, con 8 o 9 añitos me enamoré de ella y fue como si me cayera un rayo encima. De repente, todos mis intereses y toda mi vida se volcó en eso…

¿Ya a los 8 años pensabas así?

Sí, sí. En el momento que tuve una guitarra en mis manos, ya supe que me quería dedicar a esto. En el colegio cuando preguntaban los profes «¿qué queréis ser de mayores?», siempre respondía: «Yo soy músico». Tenía 10-11 años, pero ya me lo tomaba como los primeros pasos en esto.

Así que aprendí a tocar y estuve con algunos grupos de Málaga, con mi primo y con otra gente, y a los 15 años me llama un grupo que a mí me gustaba mucho para irme con ellos a tocar. Era un grupo de Marbella, casi a una hora de mi casa, y me ficharon por un vídeo de YouTube en el que salía tocando la guitarra, pero no se veía mi cara. Cuando el tío me escribió para decirme que quería que fuera el guitarrista del grupo, yo le mandé un mensaje diciéndole: «Hay algo que te quiero contar: tengo 15 años», y me dijo que no le importaba.

Con ese grupo tuve mi primera experiencia de girar, de salir de Málaga, etc. Me acuerdo que vinimos un fin de semana a Madrid y fue muy bonito porque llegué a casa y le dije a mi madre: «Mamá, solo me ha costado 30€ ir a Madrid tres días» [risas]. Fue un momento que me pilló en el instituto y yo estaba muy ilusionado, me iba a los fines de semana de bolos y los lunes volvía al cole.

Cuando acabó eso, me empezó a entrar la inquietud de hacer mis temas y de aprender a cantar, porque yo en principio solo era guitarrista. Monté un grupete, hice unos temas y me atreví a cantar por primera vez, pero eso no llegó a mucho.

Entonces llegan Los Labios…

Eso es. De repente, me llaman Los Labios… Bueno, en realidad no me llamaron. La historia es que yo era un fanático de ellos, vi que venían a Málaga y le di una chapa enorme al dueño de la sala, «Tío, por favor, déjame telonearlos, que es mi sueño». El tío al final me dejó, Los Labios me conocieron esa noche y me cogieron de pipa, llevándome con ellos un año. Cuando Álvaro [Suite], uno de los guitarristas, dejó la banda, me ofrecieron la oportunidad de probar, pasé la prueba y me tiré con ellos hasta 2019. Giramos por Australia, Chile, Países Bajos, Inglaterra… Trabajamos mucho en el extranjero porque Sammy es inglés.

A mitad de esa aventura yo empecé ya a hacer otras canciones. Compuse parte de Gitana y me acuerdo que cuando lo hice sentí que había encontrado un poco mi voz o mi manera de hacer las cosas. Ahí ya empecé a darle vueltas a la idea de hacer mis canciones, pero en principio yo componía pensando en Los Labios o en el grupo en el que estuviera. Entonces, cuando acaban Los Labios, veo que tengo canciones que me gustan y que no han entrado en ese proyecto. Me veo en la situación de haber acabado algo que había sido una maravilla y no saber si empezar de cero, si buscar una banda, etc. Así que, un poco cansado ya de apostar por proyectos que luego se rompen, decido hacer mi propio proyecto.

Mi primer disco se grabó antes de pandemia, luego llegó la pandemia y me vino muy bien para darme un respiro y preparar el lanzamiento… Y así hasta hoy.

En este disco me he atrevido a arriesgar y a ser más valiente con las canciones

Dices que con 8 años empezaste con la guitarra, pero ¿con qué empezaste concretamente?

Yo me obsesioné con los Kiss. De chico solo escuchaba Kiss, mis muñecos eran los Kiss, las zapatillas de estar por casa eran de los Kiss, el cepillo de dientes igual… Los descubrí en un videojuego de skate. Salía un trozo de un concierto de los Kiss y fue en ese momento en el que me enamoré de la guitarra. Yo no sabía quiénes eran, pero en el momento que los vi dije «yo quiero eso». Sobre todo, eso era lo que tocaba, mi madre me compró un libro de tablaturas del primer disco de los Kiss y con eso empecé.

O sea que fue algo que descubriste por ti mismo, más que por escuchar música en casa o cosas así.

Mi padre tenía una colección de discos grande. Le gustaba mucho Alan Parsons, la ELO, el rock sinfónico y tal, pero hasta que yo descubrí a los Kiss para mí eso era la música de mi padre, estaba guay, pero no sentía esa llamada.

¿Crees que tiene mucho que ver que en casa de uno siempre se escuche determinada música para así formar esa educación y oído? A veces creo puede volverse en tu contra y que tus hijos renieguen de ello solo porque es la música que tú escuchas.

Probablemente, cuando tengan 14 años, tus hijos odiarán la música de sus padres [risas].

En 2021 publicaste tu primer álbum. Ahora que han pasado tres años y tienes uno nuevo, ¿qué crees que te ha aportado ese disco en este tiempo?

Yo creo que el primer disco ha sido como poner los cimientos de la casa. Me ha puesto en el mapa, me ha hecho dar con mi equipo, con mi banda, me ha hecho coger confianza porque en realidad es la primera vez que hago un proyecto mío en serio. Ha sido un rodaje importante, de encontrarme musicalmente, de reafirmarme un poco, de coger energía también, porque los sueños se desgastan y hay veces que se hace todo muy cuesta arriba. El primer disco ha sido muy agradecido en ese sentido, ya que, aun habiendo tenido un eco un poco underground y minoritario, ha sido un disco que creo que se han pasado mucho, que han puesto algunos programas, que se ha colado en menús de televisión, etc. Entonces, creo que ha sido un primer paso sólido para estar aquí hoy.

Con respecto a ese disco, el nuevo creo que es más luminoso, más ecléctico, porque me he atrevido con muchas más texturas musicales. También estos últimos tres años han sido momentos más bonito en mi vida. El primer disco se hizo en un periodo muy complicado porque yo, cuando empecé a escribir las canciones, ya sabía que lo de Los Labios se iba a morir y que mi sitio ya no estaba ahí, tenía un trastorno de ansiedad muy gordo que me despersonalizaba y me desrealizaba todos los días… De repente, cuando acaba lo de Los Labios me encuentro en una posición muy extraña, habían pasado cinco años y volvía al punto de partida, pero llegaba reventado, como si hubiera vuelto de la guerra o algo así.

¿Qué novedades podemos encontrar en este álbum con respecto al primero?

En ese disco hubo un ejercicio de decir «tengo que seguir mi camino» y reafirmó un poco mis ganas de continuar. En este ya me siento más libre a la hora de componer; la banda con la que cuento ahora, que es distinta a la del primer disco, es ya una familia porque llevamos tocando juntos casi cuatro años, tenemos un lenguaje común. Creo que el proyecto se ha abierto y ha evolucionado. Sigue siendo la misma esencia, pero está en un punto mucho más libre, me he atrevido a arriesgar y a ser más valiente con las canciones, no me ha dado miedo, por ejemplo, hacer un bolero u otros temas que quizás no hubieran tenido cabida en el primer disco.

Así que creo que el proyecto ha crecido en cuanto a confianza, a seguridad en mí mismo y a darme la oportunidad también de encontrar más estilos y otro tipo de canciones.

La última cosa fundamental que creo que es una gran diferencia con el primero, es que ahora cuento con un sello discográfico y con un equipo detrás que me ha ayudado en el proceso, y que ha hecho que todo haya salido cómo ha salido. Hemos tenido más medios, como podernos ir a grabar con Paco Loco durante 20 días. Hemos hecho este disco de una manera mucho más profesional a como lo hicimos con el primero. El apoyo que he tenido ha sido fundamental para sentirme cómodo en todo este riesgo que he tomado.

Aunque la vida nos pegue un palo de vez en cuando, depende de nosotros no perder la perspectiva y tirar para adelante

Hablas de que ha habido una apertura de mente a nivel musical y creativo, ¿eso se traduce en que también ha habido una apertura de mente a nivel personal en cuanto a lo que escuchas?

Sí. He escuchado mucha música distinta este año, música de baile, música negra, mucho soul, mucho rock argentino, he escuchado boleros… Es verdad que las cosas que he escuchado estos dos últimos años son más variadas que las que estaba escuchando cuando hice el primer disco.

Es cierto que «reniegas» un poco de la etiqueta de rock. Creo que este disco va a venir muy bien para que al menos quien hable de ti o escriba sobre tu música lo haga sin decir siempre que vienes del rock de los 70 y tal.

Es que estoy muy aburrido del rock. Y me parece importante retarme a nivel compositivo para hacer otras cosas. No habría sido estimulante haber replicado de nuevo la atmósfera o la temática del primer disco. Por eso intento ir quedándome con las cosas que me emocionan, y que las referencias nuevas que tengo o la música que he ido escuchando se reflejen en este disco.

Vamos a adentrarnos en el disco. Y quiero hacerlo con la última canción…

Mi favorita del disco.

Esa canción es ‘El mundo es cruel (pero creo en él)‘ que, además de cerrarlo, da título al disco. Cuando escuchas el álbum en orden y llegas a este tema, entiendes perfectamente todo lo que ha pasado antes. Creo que es el resumen perfecto, tanto a nivel musical como de temática. Es una dualidad muy interesante la que planteas en todo el disco. Al final es resignarse, pero manteniendo siempre una esperanza o un motivo para tirar hacia adelante.

Para mí, a nivel temático, este disco es una fotografía de mis últimos años, desde que saqué el primero. Desde ese momento hasta hoy, creo que he pasado de esa primera fase adulta en la que uno entra con una concepción de la vida muy idealizada, en la que te vas a comer el mundo y todo es maravilloso.

Este disco habla un poco de la rotura de esa ilusión, de llegar a la edad adulta y darte cuenta de que las cosas no son como tú las habías imaginado, que la vida es jodida y te pasan cosas que están fuera de tu control, desgracias en tu familia o alrededor, hay guerras, hay pandemias… Hay tantas cosas que dices: «Esto no estaba en el guion, yo pensaba que ahora tocaba lo bueno y disfrutar», y te vas dando cuenta de que la vida es una pelea. Así que, lo que quería contar en este disco es el hecho de darte cuenta de que las cosas no son como tú pensabas, pero sin perder la magia de estar vivo. «Me he dado cuenta de que el mundo es cruel, pero voy a hacer un esfuerzo por no venirme abajo».

Yo quería que este disco fuera un disco que acompañase, que hablase también de los problemas mundanos que tenemos todos y que no tienen por qué ser tragedias muy grandes, pero dándole el toque esperanzador, que es como yo intento tomarme las cosas. La verdad es que yo soy un tío que cuando le pasa algo malo lo sufre mucho, pero también tengo la habilidad de ponerle un poco de esperanza al asunto y decir: «Esto está fuera de mi control y ahora me toca a mí intentar tomarlo como pueda». Aunque la vida nos pegue un palo de vez en cuando, depende de nosotros no perder la perspectiva y tirar para adelante.

Me encanta eso que dices de «Yo me niego a ser otra víctima inocente del tiempo, lo he sabido ver justo antes de poderme atrapar». Es una de mis frases favoritas del disco.

Supongo que el hecho de cerrar el disco con este tema ha sido algo meditado y cargado de intención.

Cuando terminamos el disco estaba claro que El mundo es cruel tenía que ser la última, porque también en el estudio se añadió ese final con los metales y tal. De hecho, yo al principio, con la maqueta que tenía y que ha acabado siendo muy similar menos ese final, me lo imaginaba como la apertura del disco. Pero tú has dado antes un buen apunte, y es que cuando has escuchado el disco, llega esta canción y llega ese final, creo que la historia se cierra de una manera muy bonita. Creo que deja muy buen sabor de boca que esta canción sea la última. Pero también es verdad que con Andrés, que es una de las personas que lleva el proyecto conmigo en el sello, hicimos 13 setlists distintos, hasta encontrar el orden perfecto.

Creo que estoy en el mejor momento de mi carrera musical, en el que estoy más tranquilo y en el que me siento más respaldado

Precisamente, la que abre el disco, ‘El cálido paso del tiempo’, también me parece muy acertada. Una canción autobiográfica que marca un poco el terreno de este disco y de ti mismo. De lo que eres en la actualidad y de lo que esperabas ser.

En esa canción, yo siento que el narrador se está presentando con sus problemas, está marcando su punto de partida y el viaje del disco empieza ahí. Es alguien que, de repente, empieza a notar el peso del tiempo en él, y en el estribillo deja clara esa sensación de «quiero huir, quiero irme de aquí». Por eso, me parece que esas dos canciones están muy bien colocadas ahí, lo difícil ha sido lo de en medio.

Es curioso que siendo tan joven ya hagas un poco de balance. Al final, has vivido cosas que la mayoría de gente de tu edad no vivirá nunca. ¿Pero aun así no te sientes completamente satisfecho del lugar en el que estás?

Realmente, ahora mismo estoy más satisfecho que nunca, es la primera vez en mi vida que tengo un proyecto personal que funciona, que va creciendo poco a poco, he conseguido un sello que cree en lo que hago y que lo respeta mucho, tengo la banda de mis sueños, formada por buenos músicos y muy profesionales… Nunca me había enfrentado a una situación en la que todos los componentes de la ecuación fueran tan sanos y tan buenos.

Evidentemente, uno es ambicioso y si mañana tocas para 300 personas, pasado quieres que haya 400, y tengo ganas de que el proyecto siga creciendo. Creo que eso también es parte de nuestro trabajo, el no estar satisfechos nunca. Ese es el motor que te mueve. Pero sí que creo que estoy en el mejor momento de mi carrera musical, en el que estoy más tranquilo y en el que me siento más respaldado.

‘Mala racha’ habla de pasar por malos momentos, sin embargo dices que es una canción divertida. Al final, de esa forma desdramatizas un poco el tema. Esto ocurre también en ‘Flor’, por poner un ejemplo, que también la música va por un camino diferente al que marca el mensaje de la letra.

Me he dado cuenta de que en este disco siempre está esa contraposición, con lo de los paréntesis en los títulos también, que las canciones que suenan más alegres son las más tristes, y las que suenan más tristes son más positivas. Con Mala racha yo quería hacer un tema divertido musicalmente, porque es verdad que la temática no es nada divertida, pero a nivel musical es uno de los temas más saltarines del disco, que tienen más buen rollo. Habla de estar pasando una mala racha, de estar un poco atrapado en el pensamiento, en ese bucle de pensar mucho en algo malo que te pasa, haciendo imposible salir de ahí. Lo que quería con esta canción era quitarle un poco de hierro al asunto y decir «bueno, ya pasará». Es un poco de resignación, pero también de aceptación de esa mala racha.

Flor también es un tema muy colorido a nivel musical, con una letra un poco ambigua, que habla de las cosas que te salvan, pero que también esas mismas cosas te pueden acabar perdiendo. Cada uno tiene su escape, puede ser una relación amorosa, una sustancia o un estímulo, pero si abusas de él o si lo desvirtúas se puede volver en tu contra.

Dices que ‘Mi amor no se vende (se regala)’ es una especie de himno al conformismo. En estos tiempos de sonrisas forzadas y de ocultar debilidades, resulta muy inspirador que alguien tan joven como tú escriba una canción en la que asume que hay cosas ante las que hay que resignarse.

No queda otra. Poco a poco vas aprendiendo a que no puedes hacer nada contra las cosas que no están bajo tu control.

Está muy bien eso de «Sé que puedo hacerlo mucho mejor, lo que pasa es que he pasado de hacerlo». ¿Qué hay de malo en conformarse con algo sin tener más ambición y vivir en una cierta de comodidad?

Yo me siento víctima total de esa mentalidad, soy muy perfeccionista. Hice ese tema un poco harto de mí mismo. Me pasa que cuando le doy demasiadas vueltas a una canción, muchas veces acaba perdiéndose la magia que tenía. Esto me pilló en un momento de composición en el que no me iba muy bien, que no encontraba las canciones que me faltaban. Fue un proceso un poco frustrante y esto me salió un poco a modo de broma, como para darme un consejo futuro a mí mismo: «Relájate, no pasa nada, y acuérdate de que lo importante es que lo hagas con el corazón». Al final, eso es lo que hace que las cosas tengan identidad, el alma que cada uno le pone. Una canción de blues, por ejemplo, son tres acordes pero nadie la toca igual.

También es que este disco, como te decía antes, ha llegado en un momento muy reflexivo, de darme cuenta de cómo muchas partes de mí mismo no me hacen bien. Por eso intento poco a poco quitarme peso e intentar vivir de una manera más relajada, sin esa sensación de que si no estoy haciendo todo perfecto y no soy el tío más feliz del mundo, soy un fracasado. Esa sensación de putearte a ti mismo porque no eres el que se supone que deberías ser. Es que creo que nos ponemos demasiada presión a nosotros mismos.

Los festivales son una gran ventana y un espacio que los grupos necesitamos, pero hay que tener cuidado porque se están cargando el tejido más pequeño

‘Rosas negras’ sí que es una canción que no tiene ese contraste entre letra y música que comentabas antes. Es un bolero y, lógicamente, la temática tenía que ir acorde a eso y no podía ser otra cosa que algo dramático.

Totalmente. Es que no podía ser de otra manera.

Me gusta mucho que después de ‘El agujero’, que habla precisamente de estar en ese lugar, la siguiente canción sea ‘Algo bueno va a venir’. Volvemos de nuevo a ese contraste del que estamos hablando todo el rato. Pero ahora quiero que me hables de ‘Química inestable’. Dime cuánto de ti podemos encontrar en lo que cuentas en esta canción.

Bastante. Líricamente habla de ese periodo que te he contado antes, de la ansiedad, de tener un apretón vital muy gordo del que no sabes salir y que, cuanto más piensas en él, se vuelve peor, de empezar a desconfiar de gente que no te ha dado ningún motivo para hacerlo, de estar completamente preso de tus miedos… A nivel autobiográfico es bastante fiel a cómo me sentía en esa época. A nivel musical bebe un poco de lo que he estado escuchando el año pasado, que me dio muy fuerte por los Parcels, por Chic, por música más de baile, más uptempo, incluso tirando a la música disco.

Te cuento una curiosidad de esa canción. Yo estudié en su día dos años de comunicación audiovisual, que nunca terminé. Pero el año después de la pandemia volví a la facultad con la intención de terminarla y, aunque no lo hice, en uno de los trabajos de clase me encargaron hacer la banda sonora de un corto que se llamaba Un día extraño. Entonces hice esa idea para el corto, pero me gustó tanto el estribillo que dije «tengo que hacer algo con esto».

Antes has hablado de tus inicios, de patearte la carretera, etc. y quería preguntarte por algo que últimamente algunos artistas y bandas están visibilizando bastante. Mientras hay artistas que agotan grandes recintos con años de antelación, hay muchos otros que no consiguen meter casi gente en salas pequeñas. ¿Cómo percibes tú todo esto?

Creo que se juntan muchas cosas. Primero, que la salas no tienen incentivo alguno para programar, y probablemente en el alquiler de la sala se están sufragando gastos que no tienen nada que ver con la banda. Entonces, si una sala para programarte necesita pedirte un alquiler alto, eso ya te hace llegar al bolo con un gasto base muy alto.

Además, en mi caso tengo que pagar músicos o un técnico de sonido, cada concierto es una inversión enorme. Entonces es muy complicado que en un proyecto como el mío salgan las cuentas. Las fechas que se cierren tienen que tener sentido, porque recorrer 800 kms. y tocar para 10 personas no tiene ningún sentido. Por esa parte, me temo que la única solución sería que desde las instituciones hubiera algún tipo de ayuda o de incentivo, ya no te digo a los músicos, sino a las salas y a los promotores, para que programen y den voz a los grupos que lo necesitan.

Antes al menos si tocabas en una sala, te llevabas algo de lo recaudado en la barra.

Esa es otra. Te cobran un alquiler de 500 pavos y la barra se la llevan ellos. Yo entiendo que al final una sala es un negocio, pero no me parece justo. Entiendo que tienen unos gastos que cubrir, pero sin músicos no hay salas.

Es como si músicos y salas ya no fueran a la par.

Incluso las salas se están convirtiendo en discotecas, y terminas de tocar y tienes 20 minutos para recoger porque viene un DJ. Eso también hace que sea todo muy frío, porque la sala te da esa cercanía y la oportunidad de compartir un momento con alguien cuyo mensaje te llega, y para el músico lo mismo, te quita ese ratito de poder estar hablando con tu público. Me temo que no queda otra manera de cambiar las cosas que no sea arropando y protegiendo la cultura desde arriba. Igual que la gastronomía o el turismo, creo que un país también vive de su cultura y es una de sus señas de identidad.

Tampoco nos podemos engañar y este tipo de música que hacemos no es algo mainstream, pero creo que también hay que cuidar a la minoría, hay que cuidar a las salas pequeñas, hay que darle facilidades a los grupos que lo están intentando. Luego ya pasará lo que tenga que pasar, pero es muy difícil sin un poco de ayuda y sin que los músicos estemos regulados, o que haya alguien que nos proteja y que cuide y vele por que nuestras condiciones sean, por lo menos, dignas. Es que a mí me ha pasado alguna vez de llegar a tocar a un sitio, que no te pongan ni agua, que te tengas que cambiar en el baño de un parking… No estoy pidiendo jamón de bellota, estoy pidiendo algo digno.

Yo creo que también hay una excesiva oferta, al menos en una ciudad como Madrid. Por no hablar de los festivales…

Ese es un tema que creo importante añadir. Los festivales son una gran ventana y un espacio que los grupos necesitamos, pero hay que tener cuidado porque se están cargando el tejido más pequeño. Eso hace que para una banda pequeña sea más difícil aún colarse en un festival. Si me vas a poner a tocar a las 3 de la tarde, que entiendo que es el lugar que me corresponde, al menos ponme en un sitio donde me vaya a ver la gente. Me da igual, como si me pones al lado del puesto de la comida, pero que me des media hora de show no tiene ningún sentido para mí si no me das una visibilidad y nadie viene a verme.

AUTOR

Javier Decimavilla
Javier Decimavilla
La música nos puede salvar la vida o al menos mejorarla. Bob Dylan, Neil Young, David Bowie, The Beatles o The Rolling Stones, entre otros, nos llevan enseñando el camino a la felicidad desde hace décadas.

¿Te gusta CrazyMinds? ¡Síguenos!

BUSCADOR

Y MUCHO MÁS...

spot_img
spot_img