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Vetusta Morla: «Este es el disco en el que más diálogo ha habido entre nosotros» (2021)

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Fotografías: Alejandro García-Cantarero

Como acostumbran a hacer en cada disco, el nuevo trabajo de Vetusta Morla es una obra artística en todas sus acepciones. Desde el proceso, la búsqueda, la investigación, la manera de trabajar como banda, la depuración de cada detalle, hasta el producto final, tan cuidado y conceptualmente poderoso como siempre han hecho. Cable a tierra es un disco que habla de nosotros, de nuestra tradición y cultura, pero que nos hace plantearnos tantas preguntas como respuestas trae, si es que las hay.

Para elaborar este nuevo larga duración, los seis miembros del grupo trabajaron escarbando en su interior para encontrar esas músicas y sonidos que, de alguna manera siempre les han acompañado, pero que nunca habían soltado de una manera tan intencionada como hasta ahora. Así, han facturado diez canciones rompedoras, con nuevos ingredientes sonoros y líricos, pero con el sello inconfundible de Vetusta Morla. Cable a tierra es el paso lógico de una banda que no deja de sorprender y de conquistar hitos. Su evolución es constante y nada de lo que hay aquí suena forzado. La coherencia sigue siendo uno de los motores fundamentales del grupo.

Unos días antes de que Cable a tierra estuviera en la calle, pasamos un rato con la banda de Tres Cantos. Dentro de las maratonianas jornadas en las que los seis músicos intentan atender a todos los medios nacionales e internacionales que les solicitan, asistimos al Centro Cultural La Corrala, sede del Museo de Artes y Tradiciones Populares , donde el equipo de Vetusta Morla ha preparado una pequeña exposición que recoge a la perfección el espíritu de este álbum y donde podemos ver las fantásticas piezas originales realizadas por la artista Laura Millán, que ilustran cada una de las canciones del álbum. Al final del primero de los días de promoción que tienen programados, charlamos con Guille Galván y con Jorge González. Esto es lo que dio de sí nuestra conversación.

Han pasado cuatro años desde que publicasteis Mismo sitio, distinto lugar. Es ya una constante en vuestra carrera el hecho de no sacar discos de manera precipitada y cocinarlo todo a fuego lento. No sé si en este caso, con todo lo que ha ocurrido en este último año y medio, ha cambiado de alguna forma vuestra manera de trabajar y si eso os ha permitido reposar más si cabe vuestras ideas de cara a la creación de Cable a tierra.

Guille: Tenemos la suerte de sacar discos cuando están, de nunca haber tenido ningún condicionante del tiempo. Más o menos los vamos haciendo cada 3-4 años porque tenemos la suerte también de tener giras muy largas. Cada disco va acompañado de casi dos años de gira y luego, evidentemente, necesitamos parar y reflexionar sobre lo que ha sucedido y saber dónde estamos.

En este caso, el parón fue global porque llegó la pandemia. Es verdad que nos cortó unos meses de la gira de Canciones dentro de canciones (2020), la parte que íbamos a hacer en teatros, el Albert Hall, el Vive Latino, etc; pero lo que era la gira larga de Mismo sitio, distinto lugar (2017) sí que la terminamos. Con lo cual, todo esto viene en un momento en el que por lógica nos tocaba parar, descansar y preparar el futuro.

Durante todo este tiempo, lo que fuimos haciendo es bajar un poco a tierra (parafraseando el título) todo lo que había ido sucediendo en los últimos años. También pusimos en común aprendizajes, influencias y conocimientos que habíamos tenido durante todo ese tiempo, de otro tipo de músicas o instrumentos que a lo mejor no eran los que utilizábamos de manera asidua en el local.

Pero en este caso, al trabajar todo eso desde nuestras casas, sí que pudimos empezar a utilizar esos instrumentos que teníamos en casa y que no llevamos en directo. De repente, nos dimos cuenta que ahí había unas sónicas y unas maneras de hacer música que habían estado en Vetusta pero quizás nunca habían estado en un disco completo. Estaban en 23 de junio, en ¡Alto!, en armonías de Maldita dulzura… pero que siempre habían estado revestidas de las baterías, de las guitarras, etc.

Este no es un disco de género, pero sí que ha intervenido el género para sumar en las canciones y llevarlas hacia el lugar que piden

Has dicho que en un momento dado pusisteis en común sonidos o influencias que estabais teniendo en ese momento. Me gustaría saber de dónde habéis bebido realmente porque al final sois seis y supongo que cada uno, por lo que escucha o ha escuchado en su casa, habrá traído cosas diferentes. ¿Cuál es el nexo de unión o el punto en el que coincidís los seis y en el que veis que eso es lo que queréis para este disco?

Jorge: Se llama Campi Campón y es nuestro productor [risas]. Es que, así planteado, parece que hemos hecho un estudio y nos hemos estado formando, pero son cosas que van dentro de nosotros, que vienen de lo que hemos vivido, incluso desde pequeñitos, de escuchar en casa o en las reuniones familiares cantar a nuestros abuelos. Luego hay una parte más consciente y la suerte de tener a Campi Campón, que tiene una visión muy amplia de la música. Además de ser nuestro productor, es músico, ha recorrido mucho Latinoamérica con Jorge Drexler y conoce un montón de folclore latinoamericano. Él nos ha venido muy bien porque toda esa energía que traíamos nosotros la ha canalizado.

También es verdad que, una vez que tomas la decisión, las canciones que traían Juanma y Guille eran más enfocadas y con algo de intención. Es un proceso que dura un tiempo y en el que vamos interviniendo todos de una manera u otra. Pero en esta ocasión no soy consciente de que haya pasado como en otros discos, en los que traíamos cosas que habíamos escuchado o referencias más directas.

Pero supongo que aunque no hayáis traído influencias más directas, sí que os habréis parado a plantear que eso que habíais tenido en algunas canciones de discos anteriores, es lo que realmente queríais hacer en este nuevo trabajo.

Guille: El disco se hizo muy rápido porque se hizo en tres meses. Primero en el local; luego fuimos a Estudios Reno, que es el estudio de Campi; y luego fuimos a Estudio Uno. Es cierto que ahí cristalizó algo que veníamos mascando de tiempo atrás, dándole muchas vueltas a la hora de escribir y componer en casa. Pero es verdad que de repente Juanma y yo, que fuimos un poco los que llevamos el aluvión de arranque y que llevábamos un tiempo sin juntarnos y sin componer, habíamos hecho cosas muy distintas pero que tenían un nexo común en esto que no sé cómo llamarlo, si es folclore, raíz, popular… Canciones tarareables sencillas, emocionalmente directas y que se basan sobre todo en melodía y ritmo.

A partir de ahí sí que fuimos diciendo «lo hemos hecho otras veces, nos sentimos cómodos, tenemos la instrumentación adecuada y la posibilidad de no pensar en el directo de una manera deliberada, así que tiremos para adelante». Es que hay veces que también hace mucho daño el hecho de hacer discos pensados para ser tocados en un festival a las 12 de la noche, porque te privas de hacer muchas canciones que llevas dentro y que, evidentemente, no tienen ese perfil.

Recuerdo que el mismo fin de semana nos mandamos Puñalada trapera y La virgen de la humanidad, que a priori son canciones que en otros proyectos no las habríamos visto, porque igual despistaban mucho. Pero dijimos: «igual es hora de seguir haciendo este tipo de canciones porque nos van a llevar al núcleo del disco». Todo eso lo fuimos hablando entre los seis. Lo que te comentaba antes: «¿cuál es nuestro folclore? (si es que hemos tenido); ¿cuál es la música popular?; ¿cómo podemos desnudar la canción hasta dejarla en lo mínimo?…»

Yo creo que es el disco que más diálogo ha tenido. No podíamos tocar todos juntos en el local, así que hablábamos mucho y compartíamos cosas. A lo mejor íbamos al estudio y solamente grababa David porque estábamos hablando y comentando jugadas, otro traía una pista grabada en su casa, otro seguía trabajando con un ordenador para un sinte… Ha sido un trabajo muy en red.

Y muy natural, parece. Al final, el disco tiene todo esto de lo que estás hablando pero no hay nada forzado o impostado, casi parece el paso lógico que teníais que dar.

Guille: Siguen siendo canciones de Vetusta, claro. No lo escuchas y piensas que se nos ha ido la pinza haciendo un disco de género o algo así. No se trata de eso. Ha intervenido el género para sumar en las canciones y llevarlas hacia el lugar que piden.

Las canciones son artefactos culturales que tienen sentido cuando se comparten entre la gente y cuando forman parte del imaginario popular

Antes habéis hablado de búsqueda. En esa búsqueda, ¿habéis llegado a alguna conclusión?

Jorge: Hay dos cosas a tener en cuenta. La primera son los prejuicios que traemos, que han hecho que durante mucho tiempo estemos alejados de todo esto. Y otra es que, realmente, hemos tenido una suerte increíble de poder invitar, durante esta gira que hemos hecho en verano, a gente que realmente se dedica a esto, además de diferentes palos. Hemos estado con Fetén Fetén, con padereteiras, con El Naán… y, cada vez que te sientas con ellos y te cuentan, te explota la cabeza. Al final te das cuenta que puedes saber un poco pero que no lo controlas, ni mucho menos. Es que no somos conscientes de todo lo que hay detrás.

Yo tengo un amigo que es historiador de la música y es con quien preparo los discos. Muchas veces me dice «a ver esta canción de Guille», empieza a analizarla y te cuenta una peli que no veas. Es una locura la cantidad de influencias que tenemos, así que te sientas con cualquiera de estas personas y no paras de aprender porque son conocimientos realmente sin fin porque te están contando cosas de siglos atrás.

Al final es que estas canciones tienen mucho de puzzle o de collage, en el que hay multitud de piezas que encajan.

Guille: Ahí hay un punto también muy gracioso que pensaba esta mañana mientras miraba los cuadros [hace referencia a los cuadros de las paredes hechos por Laura Millán para acompañar el arte del disco]. Al final estos cuadros no dejan de ser miniaturas que, en un contexto sin escala, pueden ser gigantes, y creo que a nivel musical ha sucedido algo parecido.

De repente hemos utilizado instrumentos que son muy chiquititos, que son para tocar en una romería o en la verbena sin amplificar, pero que con otra escala y con otra manera de contextualizarlos y grabarlos, y con la ayuda de la tecnología, se convierten en cosas gigantes. En el arranque de Puñalada trapera hay gente que me dice «¿qué batería es esa?», y no es ninguna batería, es un pandero de Salamanca. Esto también tiene que ver con lo popular, que parte de algo muy local y muy pequeño, pero que puede ser universal.

Hablando de Puñalada trapera, cuando la estrenasteis, tú mismo dijiste que era una de las mejores canciones que habíais hecho nunca. ¿Por qué tienes esa sensación?

Guille: Me acuerdo que yo estaba en el coche mandando la demo de La virgen de la humanidad y, de repente, Juanma mandó la otra y recuerdo que me quedé escuchándola diciendo «¡Guau!». Recuerdo que la primera toma que hizo Pucho emocionalmente era la leche. Pensé que esa canción me la podía haber cantado mi abuela o podría ser de otro país. Pero es de aquí, y ese ritmo ternario te lleva a otro lugar y a otro tiempo. Creo que está muy bien conseguida, que la letra es un letrón y que la melodía es preciosa. De verdad que siento eso que dije y, de hecho, se lo dije a Juanma.

Yo muchas veces las canciones las recuerdo más por la demo que llega, que luego cómo queda. Es como el primer olor de algo. Recuerdo que con esa demo pensé «¡Vaya pepino!». Además es que esas dos canciones dieron lugar a saber que ahí teníamos un disco y que deberíamos seguir por ese camino.

De hecho, el disco lo abrís precisamente con Puñalada trapera. Escuchándolo entero parece la elección perfecta, es casi una declaración de intenciones. Como si dijerais: «Aquí estamos y esto es lo que vamos a hacer»

Guille: Eso es. Además termina diciendo: «Somos carne de reemplazo. Imborrable es nuestro canto», que creo que tiene que ver también con la canción que cierra el disco, que habla de que cuando los grupos desaparezcan, que queden las canciones. Creo que hay un punto en todo el disco de trascendencia, no desde el punto de vista de la importancia sino del perdurar. Al final, no dejamos de hacer artefactos culturales que son las canciones, y que tienen sentido cuando se comparten entre la gente y cuando, más allá de sus autores o de sus intérpretes, forman parte del imaginario popular.

En este mundo de bloquear a quien no piensa como tú, estamos perdiendo capacidad de empatía

En Palabra es lo único que tengo, habláis precisamente del poder de la palabra, de las canciones, de los versos. Cuando todo lo demás falla o se quema en un incendio, ¿creéis de verdad que la palabra y todo lo que ello conlleva puede servir para cambiar el mundo para bien? Ya sabemos que para mal, la palabra es muy fácil de utilizar…

Jorge: Yo creo que sí. De hecho, la canción habla un poco de eso. Pero para que eso ocurra hay que dejar expresar con libertad. La cuestión no es tanto si la palabra puede cambiar el mundo, sino si estamos preparados para escuchar las cosas. Creo que se ha ganado mucho en las formas, en ser capaces de decirnos las cosas de manera quizás excesivamente educada. Pero creo que realmente no se está preparado para asumir emocionalmente lo que estás viviendo o lo que te están contando.

Al final no es tan importante la palabra como el mensaje en sí. Las canciones contiene un mensaje, el vídeo como pieza audiovisual, el cine, la televisión… todo eso puede transformar las cosas para bien. Pero creo que, si quieres cambiar el mundo, tienes que estar preparado y abierto a ponerte de acuerdo con alguien que no esté cerca de tu ámbito más agradable.

Vosotros siempre habéis tenido ese compromiso con el mensaje que pretendéis transmitir. Pero lo cierto es que parece que últimamente los creadores se están cortando un poco más en todo esto. ¿Creéis que hay cierta autocensura en la actualidad?

Guille: Nosotros, en nuestro ámbito de banda o como creadores, creo que nunca hemos dejado de decir algo o de escribir una canción por miedo a si nos mete en un «fregao». De hecho, hay veces que tu manera de pensar te sitúa y a lo mejor ayuda a que la gente luego no se lleve sorpresas. Si hay gente que no piensa como tú, ya lo sabes desde el principio.

El problema de la libertad de expresión, muchas veces no es asumir lo que dicen los que piensan como tú, que es muy fácil, sino respetar la libertad de alguien que no piensa como tú y no censurarle. Vivimos en un momento delicadísimo con eso, muy amplificado por las redes sociales y llevado a extremos de cuestiones penales. Ocurren cosas ridículas como darle a un tuit o un comentario la categoría de delito, cuando tenemos la calle llena de chorizos, que han hecho bestialidades muchísimo mayores.

Creo que, en este mundo de bloquear en tus redes a quien no piensa como tú, estamos perdiendo esa capacidad de empatía y de saber que tu vecino de toda la vida, aunque tiene una vida muy distinta a la tuya y te has peleado muchas veces con él, tiene que existir. No le puedes borrar del mapa. En la redes sociales sí que podemos hacerlo, pero en la realidad no.

Creo que ahí hay una desconexión tremenda porque hay mucha censura con algunas cosas, pero para otras no. Hay misas franquistas o manifestaciones fascistas en el 20N con total impunidad, y luego nos preocupamos de si esta palabra que he dicho me va a generar un problema. Hay un desequilibrio tan grande que entiendo que habrá que ir reajustando de alguna manera.

Si con 40 años tengo que redescubrir un folclore determinado, es que ese no es mi folclore

El Imperio del Sol comienza así: «Pasó la muerte por las avenidas, borrando nombres al azar. Sangró la tierra por nuestras heridas». Aprovechando que este disco habla precisamente de nuestra tierra y de todo lo que ello conlleva. ¿Pensáis que hay aún heridas por cerrar? Al margen de cuestiones políticas, me refiero también al folclore y la tradición.

Guille: Yo nací en el 80 y en mi casa la música que se escuchaba siempre era rock, pop y música anglosajona. Dentro de mi casa nunca he tenido referencias que tuvieran que ver con la canción popular española, salvo cantautores o cosas muy concretas. Es que creo que la generación de mis padres, más que la mía, sí que vivió un momento donde todo lo popular o lo rural tenía que ver con la pobreza, con un éxodo a las ciudades, con una apropiación por parte de la dictadura de todas esas figuras o símbolos… Por eso creo que es normal que durante mucho tiempo toda una generación no quisiera saber nada de eso.

Pero eso no quiere decir que esa música esté ligada a eso para siempre. Y creo que nos hemos perdido una riqueza tremenda por esa apropiación que ha habido durante décadas de la tradición y de la cultura más local. Yo cuando he aprendido cosas de flamenco o he escuchado copla siempre ha sido en otros contextos. Curiosamente, el folclore que se supone que debo tener no lo he mamado en mi casa directamente.

Al final esto te hace preguntarte «¿cuál es mi folclore?, ¿el que tenía en casa, las canciones que me cantaban mis padres o el que me tocaba por haber nacido en este sitio?» Probablemente sea una mezcla de todo eso y, probablemente, si con 40 años tengo que redescubrir un folclore determinado es que ese no es mi folclore. Eso es otra cosa, aunque entiendo que forma parte de mi tradición y de mi cultura.

Yo creo que ya ha pasado cierto tiempo y se empieza a ver esto de otra manera, hay músicos que llevan normalizando esto desde hace mucho. Pero no se trata de reivindicarlo, porque hay gente haciendo eso desde hace décadas de una manera absolutamente precisa y artesana. Nosotros no venimos con este disco a hacer ese género sino simplemente a normalizarlo como herramienta para hacer canciones y a juntarnos con gente que sabe mucho de esto.

En Al final de la escapada habláis de que «el sudor valió la pena y se consumó el milagro». Decís «que a tu banda favorita aún le queden muchos años, que su mejor canción aún esté por venir». El mensaje me ha recordado a una canción de Dawes que se llama All Your Favorite Bands.

Guille: Claro, es que viene de ahí, claramente [sonrisa cómplice].

Supongo que es algo imprescindible en vuestra profesión la búsqueda constante de la mejor canción que hayáis hecho nunca.

Guille: Es que si no, dejaríamos de hacer discos. Si no piensas que el siguiente disco que vas a componer o grabar va a superar a lo que has hecho y que va a aportar algo diferente o mejor, creo que no merecería la pena. Es que al final son muchas horas de composición y grabación de un disco, como para no tener ese aliciente como músico y también como espectador. Como fan siempre esperas que tu banda favorita saque el disco de su vida.

Hace tiempo que nosotros lo que valoramos de un disco es el proceso

En vuestro caso eso se nota desde el principio. Ningún disco es igual al anterior y todos han aportado algo nuevo. Pero supongo que, a lo largo de los años, cada vez debe ser más complicado buscar un lenguaje diferente.

Guille: Mira, hay mucha gente que dice que «hay que salir de la zona de confort», pero yo soy partidario de que la zona de confort es un privilegio y, quien la tiene, no solo la tiene que conservar, sino ampliarla [risas]. Es que, tal y como están las cosas, llegar a tener tu manera de expresarte o tu zona reconocible, está muy bien.

Vivimos en un mundo en el que parece que hay que cambiar cada tres meses. Es como que nos venden la moto de que nos tenemos que renovar todo el rato. Yo quiero tener la oportunidad o aspiro a encontrar algo donde me sienta bien y, sobre todo, poder hacer cosas honestas e identificables como Vetusta. Para hacer eso, muchas veces tienes que hacer mucho recorrido y seguir investigando, pero eso no quiere decir que tengas esa obsesión de cambiar porque sí o de hacer cada vez un disco distinto «per se». A lo mejor hay algunos que sí y otros que no, pero entre medias está toda esa búsqueda que te hace tener tu sello.

A mí me encantan las bandas que cambian, pero también me encantan aquellas que escuchas dos segundos y sabes cuál es. Eso es dificilísimo. Llegar a ese nivel de reconocimiento es lo que aspira cualquier artista, supongo. Que tú veas una pincelada de Picasso y sepas que es de él.

Al final, lo importante en cualquier disciplina artística no es la meta, sino que es el camino, el proceso…

Jorge: Hace tiempo que nosotros lo que valoramos de un disco es el proceso. Y tampoco es que escuchemos nosotros nuestros discos cuando vamos a grabar uno. Estoy con Guille, a mí las canciones que suenan en mi cabeza son las demos también, porque son las que más he escuchado. Para mí las partes más emocionantes de un disco surgen cuando empezamos a hablar de cómo hacer las cosas. Al final toda esta parte que muchas veces hablamos con vosotros, que es como muy analítica, realmente creo que no existe.

Es que además, en vuestro caso, las canciones del primer concierto al último de la gira no tienen nada que ver.

Guille: Nada que ver. Incluso eso está ocurriendo ahora mismo. En los ensayos para el Tik Tok de repente salían arreglos que decíamos: «Esto ya no podemos meterlo, no?» [Risas].

Para terminar, al hilo de Al final de la escapada. ¿Pensáis que es posible que las bandas permanezcan unidas siempre?

Guille: Yo creo que la longitud o la duración no es un valor en sí mismo. Si estás aportando algo y crees que vale la pena, bienvenido sea el hecho de seguir juntos. Si vas con la inercia, lo mejor creo que sería no hacerlo.

Esa canción está escrita con un pie como fan y otro como músico. A mí, como fan, me gustaría que mi banda favorita no se hubiese deshecho nunca y que siguiera teniendo algo que contar aunque tuvieran 70 años. Tú vas a ver a los Stones y la gente dice que siguen molando, pero a mí me hace plantearme muchas preguntas.

De todas formas, creo que a veces somos muy duros con el hecho de que los músicos o las bandas sean mayores. ¿Mayores para qué?, ¿para hacer mi trabajo? Es como decirle a un tío que hace alpargatas que con 70 años ya no puedo hacerlas. Está claro que la música no es como la carrera de un cirujano, que opera mejor al final de su carrera que al principio. Aquí influyen un montón de cosas que tienen que ver con si eres pertinente generacionalmente, si estás entendiendo lo que está sucediendo, etc.

Es que yo he visto a los Stones y he dicho «esto es una feria» y he visto a Neil Young con la misma edad y he alucinado porque parecía que tenía 20 años.

Jorge: En todo esto hay algo que pasamos muchas veces por alto y es que tu banda favorita a lo mejor está por aparecer. Yo es que ahora veo a chavales que hacen el «Pop Room», o como se llame, que hacen todo en su casa, como uno que he descubierto hace nada, que se llama De los Santos. Fui a verle pensando que iba a ser un triste de la vida y viene con las mismas canciones, con una eléctrica, un bajo y una batería y claro, es otra historia. Me encantó.

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AUTOR

Javier Decimavilla
Javier Decimavilla
La música nos puede salvar la vida o al menos mejorarla. Bob Dylan, Neil Young, David Bowie, The Beatles o The Rolling Stones, entre otros, nos llevan enseñando el camino a la felicidad desde hace décadas.

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