InicioEntrevistasCombo Paradiso: "La escritura de canciones sigue siendo un misterio" (2021)

Combo Paradiso: «La escritura de canciones sigue siendo un misterio» (2021)

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Fotografías: Alejandro García-Cantarero

Son cuatro músicos excepcionales, de los que elevan el nivel de la profesión y dignifican el oficio; cuatro virtuosos que se han juntado para dar forma al Combo Paradiso. Se trata de Juan Zelada, Julián Maeso, Adrián Costa y Alberto Anaut y en sus respectivas trayectorias la música negra ha sido un denominador común, hasta ahora, donde han dado rienda suelta a un repertorio mucho más amplio y variado.

El Combo Paradiso nace con la única intención de materializar por fin la tan recurrida conversación que tantos músicos y amigos tienen en los camerinos de toda España. El deseo de juntarse para probar cosas nuevas, para divertirse junto a compañeros y crear universos diferentes, se hizo realidad en Galicia en un año aciago para este sector. De esa unión han surgido una serie de canciones sin ataduras ni imposturas, que formarán parte de Loco Vaivén, el primer álbum de la formación.

Aprovechando que Julián, Alberto, Juan y Adrián estuvieron en Madrid, nos juntamos con ellos, un viernes por la noche, en una terraza de la capital. Allí, entre bromas, risas y mucha complicidad, pudimos constatar la humildad y el amor por las canciones que hay detrás del Combo Paradiso. Cuatro personalidades musicales distintas cuyo talento han puesto al servicio del bien común.

La primera pregunta es obligada. Contadme cómo surge este proyecto.

Adrián: Estaba Julián sin saber cómo defender su faceta de batería y pensó en nosotros tres para acompañarle (risas).

Julián: Lo cierto es que, en un momento un poco chungo, en el que todos estábamos un poco perdidos, hacía falta estar con colegas y hacer música. Los mejores con los que podía hacer esto era con ellos.

Ese momento chungo al que haces referencia es la pandemia y el confinamiento, ¿verdad?

Julián: A mí eso me pilló en casa de mi hermana. Cuando llevaba unos días y ya había empezado con la cinta, viendo programas de yoga, saliendo a aplaudir a los balcones… fue cuando dije «esto no va bien» (risas).

Así surgió un poco la idea de hacer algo y me dio por llamarles. La primera llamada fue simplemente preguntando qué tal estaban y de ahí ya fue saliendo el hecho de juntarnos. Eso muchas veces lo hemos hablado, pero en momentos en los que todo el mundo está ocupado. En ese momento se dio la casualidad que sí que podían hacer algo.

Alberto: Yo creo que a mí no me preguntaste qué tal estaba (risas). Sí que fue todo como una propuesta de subir al Náutico de San Vicente y ponernos a currar. Fue algo así como: «Vamos a currar. Sacadme de Toledo que aquí hay 45°». (Risas)

Julián: Lo cierto es que necesitaba escapar como fuera.

A pesar de haberlo pasado mal, la pandemia ha servido para descubrir mundos interiores que no habían salido hasta ahora

En realidad surge la necesidad de juntaros para tocar, ¿sin más pretensión que esa?

Julián: Exactamente. Era hacer un poco lo que hacíamos siempre: juntarnos, tocar versiones…

Adrián: Eso es. Y tocar canciones nuestras, «versionearnos» a nosotros mismos, etc.

Este tipo de bandas o reuniones surgen muchas veces de conversaciones informales, en camerinos, etc. Pero pocas veces se llegan a concretar. Así que entiendo que este era el momento adecuado para hacerlo.

Adrián: Esto fue lo positivo que tuvo la pandemia: que nuestros proyectos no tenían tanta actualidad y podíamos dedicarle a esto el tiempo que nunca teníamos. De hecho es que, si no hubiera habido esta pandemia, seguiríamos en los camerinos hablando de juntarnos.

Julián: Claro. Es que en este tiempo mucha gente ha podido hacer cosas que antes no podía hacer. No solo a nivel musical. Creo que, a pesar de haberlo pasado mal, este tiempo ha servido para descubrir mundos interiores que no habían salido hasta ahora.

Contadme cómo empezáis a dar forma a todo en El Náutico.

Alberto: Miguel lleva diez años de su vida metiendo pasta en El Náutico para hacer este disco (risas). Ha hecho un estudio, ha hecho una casa para que puedan ir los músicos a hospedarse… Tiene medio año que es un festival y medio año que es tranqui. De repente surgió la idea de irnos allí a grabarlo y, aunque a los de Madrid nos venía fatal, nos fuimos para allá y estuvimos grabando en el bar toda una semana, con todo montado frente al mar. Y Miguel acompañado de músicos, que es lo que le mola de verdad.

Adrián: Esa es otra. Monta el estudio a «tutiplén», con todo insonorizado… y nosotros vamos y le decimos: «No, no, que grabamos en el bar» (risas).

¿Así que ya ibais con la idea de grabar?

Alberto: De hecho nos empezamos a mandar ideas y cuando hablamos de grabarlo fue cuando surgió El Náutico.

¿O sea que llevasteis material ya preparado o surgió allí al juntaros a tocar?

Julián: Llevamos material y también surgieron cosas.

Adrián: Eso es. Somos cuatro cabezas pensantes, que estamos acostumbrados a liderar nuestros propios proyectos y lo bonito es que, desde el momento en que hemos decidido montar esto, nuestro nivel de ceder ha bajado al 25%. Eso mola mucho: que tú tienes una idea preconcebida de cómo quieres hacer las cosas y, de repente, los otros tres te la cambien y llegas a sitios que no esperabas. Eso es lo más bonito, lo más romántico que tenemos.

Al hilo de esto que dices. ¿Es real ese porcentaje del 25% para cada uno?, ¿existe la democracia en una formación como la vuestra?

Adrián: Bueno, nuestro mánager dice que la democracia está sobrevalorada (risas).

Alberto: Yo creo que la movida es que Juan hace un 10%, Adrián otro 10%, Julián otro 10% y yo otro 10%. Así que solo hacemos el 40 % y hay un 60% que se queda sin hacer (risas).

La sabiduría y experiencia de cada uno se basa en saber escuchar

En realidad no debe ser muy fácil porque, como habéis dicho, estáis acostumbrados a ser los líderes de vuestros proyectos.

Adrián: Pues mira, llevamos cuatro meses mezclando el disco…

Alberto: Pero para grabar, por ejemplo, fue muy intenso, pero muy fácil.

Supongo que al final se trata un poco de ceder.

Alberto: En realidad no hay que ceder. No es «chicos, voy a montar mis temas con vosotros». La historia es que aquí a cada uno se nos dan bien unas cosas y otras muy mal, así que todo ha sido súper natural. Ha habido momentos en los que hemos tenido disparidad de criterios pero siempre se han probado las opciones. Yo por ejemplo he propuesto mil cosas y el 90% eran una mierda, pero ha habido un 10% que se han quedado. Al final propones cosas y tú mismo te das cuenta que no funcionan, porque sí que tenemos un criterio común.

Adrián: Eso es. Cada uno tiene su fuerte. Juli y yo, por ejemplo, somos los de la producción… (se hace un silencio)

Julián: Los de la producción negativa (risas). Y los de la positiva son ellos (señalando a Juan y Alberto).

Alberto: Eso es lo bueno de juntarnos músicos de dos generaciones diferentes (tono irónico y risas de todos).

A nivel musical, ¿de qué manera habéis salido cada uno de vuestra zona de confort?

Julián: Hay dos guitarristas, dos teclistas y cuatro cantantes. Cuando tú estás en tu grupo y dices que una cosa se haga de una manera, la banda lo hace, le guste o no le guste. Pero aquí hay otro pianista, hay otro guitarrista y hay otros cantantes, así que ya no vale todo. Aunque pienses de una manera determinada hay tres personas con un criterio y un nivel musical tal que te van a poner en tu sitio.

Alberto: La cantidad de veces que yo me quedo mirándoles y alucino con cosas que hacen. Creo que hay mucha admiración entre nosotros.

Hay que valorar que a nosotros el trabajo nos lo reconocen cada noche

Juan: Pero sí hay una cosa con la que tenemos que tener cuidado. Es que la suma de la brillantez de cada uno no tiene porqué significar que eso vaya a ser la bomba. En el engranaje de esta banda no basta solo con sonar bien, tenemos que saber cuál es nuestro lugar, nuestros silencios, nuestros momentos… Por eso yo diría que esa brillantez no se multiplica. Al final, la sabiduría y experiencia de cada uno es saber escuchar.

Adrián: Por eso en la música negra (que ahora estamos adaptando un poco más a la música popular y cantado en castellano para hacerla más cercana al público de aquí), de toda la vida se ha dicho que lo importante son los silencios, no las notas. Eso creo que nosotros lo tenemos bien aprendido por toda nuestra experiencia y lo llevamos a la música más popular y cercana. Nosotros estamos buscando llegar a todos los públicos, con un aire fresco y que la gente se lo pase bien, sin pretensiones.

Alberto: Hay una cosa muy importante. La gente en este mundo te mide por cómo tocas la guitarra o cómo tocas la batería. Nosotros nos medimos por las canciones. En este proyecto nos hemos centrado mucho en la escritura de las canciones porque creo que es algo que sigue siendo un misterio. Tú haces una canción que para ti tiene un mérito del copón y luego no engancha con la gente y en cambio, una que haces en una tarde, a la gente le parece increíble.

Adrián: Un amigo mío era el batería de Albert King, un guitarrista de blues de toda la vida, uno de mis favoritos. Y él le preguntaba: «¿Por qué nadie suena como tú, Albert? Todo el mundo intenta imitarte pero nadie suena como tú». Y Albert decía: «Porque lo que yo hago está mal». Esa es la magia que a veces se consigue, porque la música son vibraciones.

Juan: Hay un granito de arena que aportar. Donde había un vacío, tú aportas una canción que puede ser un truño para mucha gente o puede ser el alivio para otros. Pero has aportado un granito de arena y hay una canción ahora en el mundo que antes no estaba.

Alberto: Eso es la hostia, de verdad. Es como tener un hijo, te lo digo en serio. Es algo así como que «si yo no hubiera estado aquí encerrado, esto no existiría». Ojalá todo el mundo que está en una oficina, trabajando nueve horas diarias, pudiera experimentar que su trabajo fuera algo que se tradujese en una cosa que está en un formato físico.

Adrián: Hablando de cosas mundanas. Esto es algo que me gustaría decir como músico. En ese tiempo que estuvimos encerrados en casa me puse a ver ese programa de El jefe infiltrado. Ahí veías al tipo forradísimo que se ponía a currar con la parte más base de la empresa y, cuando alguien lo hacía bien, se lo reconocía, se lo agradecía y le daba un regalo o una recompensa. Esa gente, que llevaba 30 o 35 años currando en la empresa, se ponía a llorar. El mensaje era el siguiente: «Es que es la primera vez que reconocen mi trabajo». Y ese tío llevaba 35 años trabajando en ese curro. A nosotros nos lo reconocen todas las putas noches. Todas. Y eso hay que valorarlo.

Cuando un tema es potente lo quieres cantando todos en comunión

Hasta ahora he conocido 6 canciones vuestras y todos cantáis alguna. Contadme cómo os repartís los roles a nivel compositivo, de arreglos, etc. a la hora de dar forma a vuestros temas.

Julián: No mandamos nosotros, manda la canción. Por ejemplo, la canción necesita una letra y a lo mejor en ese momento yo estoy despistado, se le ocurre una cosa a Adrián pero él no sabe transmitirlo, Juan dice una idea para intentar transmitir eso y Alberto es el que resuelve.

Adrián: Pero, ¿quién genera la ley? La canción. Es verdad que hay ciertas canciones que tienen una naturaleza determinada y que, aunque le des un color u otro, está cerrada. Pero en cambio, hay otras canciones que están más abiertas o uno las propone sin querer cerrarlas porque no está seguro de lo que quiere, y necesita verse arropado por los demás y generar esa creación conjunta.

Juan: Te pongo un ejemplo muy práctico. Me pongo al teclado, presento una idea, y sé que Alberto va a hacer una guitarra muy bonita. Pero en cambio coge el bajo y hace una línea porque es lo que la canción necesita en ese momento. Y luego a la batería se pone Julián o Adrián, da igual quién llene ese rol. El buen músico es el que toca varios instrumentos, esto es importante. El que tiene sensibilidad por varios instrumentos, no solo por el suyo.

Adrián: A mí me mosquea un poco, la verdad. A veces, cuando un músico se centra solo en una cosa, me parece extraño porque la música es mucho más que una guitarra.

Julián: Es que al final lo importante es la canción, no lo que toques. Si una canción tiene un toque «jazzero», uno de nosotros puede aportar algo, pero si pide otra cosa, aporta otro que se le da mejor. O a lo mejor uno se sienta después de una comida que le ha sentado muy bien, coge el bajo y hace algo que mola un huevo, da igual que no sea el bajista del grupo. En ese momento ha hecho una cosa que mola y ya se queda.

Adrián: Evidentemente yo tengo más experiencia a la guitarra que Juli. Pero a lo mejor estamos en una canción, Juli mete una rítmica en el tema que suena de maravilla y la graba él, porque en ese momento suena con algo que yo no tengo. Eso es lo bonito de la música.

Juan: Ellos, los buenos instrumentalistas, han tocado bastante más que yo en bandas que solo requerían un buen organista y un buen guitarrista. Para hacer eso el chip mental es muy distinto a como estamos aquí. Aquí estamos más en modo compositor y cantantes. Singer-songwritter como dicen.

Tanto en la música como en otras disciplinas artísticas, cuando se trabaja de esta manera, lo difícil es dar por cerradas las cosas. Al final siempre se puede aportar algo, cambiar, modificar, mejorar… ¿Cómo os dais cuenta de que una canción está terminada?

Adrián: El productor. Él es la clave porque, si fuese por nosotros, seguiríamos ahí. A la gente que hace tesis durante cuatro años le pasa lo mismo, que da miedo dar ese paso y terminar.

Cualquier artista ve su obra un tiempo después y vuelve a pensar en lo que podría haber cambiado o hecho mejor.

Julián: Siempre te gusta tu obra cuando ya ha pasado un añito o dos. Yo por lo menos es cuando empiezo a aceptarlo. Cuando acabas el disco lo odias porque has puesto tanto el punto de mira en cada detalle, que ya no tienes una visión objetiva.

Para escribir es muy difícil abstraerse de quién eres y del momento que estás viviendo

Me gustaría que hablásemos de cada una de las canciones y que me contarais cómo han surgido y cómo las habéis trabajado. Soy como soy, cantada por Adrián, sabemos que una versión de Rubén González. Cuéntame un poco más.

Adrián: A mí me encanta la música cubana. Me siento súper identificado tanto armónicamente como en la parte lírica. Para mí es jazz. No encuentro mucha diferencia entre Lover Man o canciones de Machín. Me refiero al jazz clásico, por supuesto, el de los años 50. Por ejemplo Nat King Cole, aunque todo el mundo lo conoce como cantante, es un pianista increíble, un virtuoso. Si analizas temas como Quizás, quizás, quizás, que vienen de Cuba, para mí es exactamente lo mismo que se tocaba en Nueva York.

Juan: La cultura que tienen en Cuba es que cantan todos la canción en la tasca, en la verbena, donde sea. Aquí dejaría esto abierto como deberes para nosotros. Creo que lo que tiene de bueno Soy como soy es que estamos los cuatro cantando «Soy como soy y no como tu quieras…» Estamos cantando la letra porque la canción es muy potente y es muy distinto a los «uuuhhh… aahhhh…» que hacemos muchas veces como coros. Lo que deberíamos hacer es: la estrofa de Julián cantarla todos, la estrofa de Alberto cantarla todos. Cuando un tema es potente lo quieres cantando todos en comunión.

La sonrisa de mis amigos es también una versión.

Adrián: Sí. De mi amigo Gary Gates. Nosotros somos amigos de Pescadero, que es un pueblecito muy pequeñito súper hippie de California. Hay varios festivales en los que yo tocaba y a los que Gary Gates solía ir. Tomando cervezas con él, le comenté que la canción era preciosa y que me gustaría hacer una adaptación. Y la verdad es que está encantado, le flipa. Dice que es un honor para él.

Alberto: Esa canción es increíble. Fíjate, esta es una banda en la que yo puedo decir eso porque como la canción no es mía… (risas). «Yo recuerdo a mis amigos sonreír…», es flipante. Nos la trajo y, a los diez minutos, la estaba cantando todo el mundo.

Adrián: Me pasó una cosa. Yo estaba allí, en Pescadero, con Gary Gates y me hizo feliz con esa canción. Haber hecho el arreglo y traerme un pedacito de allí fue muy bonito, y me hizo muy feliz ver que todo el mundo la cantaba. Por eso la quise adaptar.

Además de estas canciones también hemos podido escuchar Río Negro, cantada por Juan.

Juan: Esta canción habla de ellos (señalando a sus compañeros). Habla de un trayecto que hicimos desde Orense, bajando hacia Béjar. Habla de la morriña de la tierra. Hay un vínculo gallego porque para nosotros la tierra como que tiene un imán. Yo hablaba de poner pausa: «Ahora que podemos asimilar lo que tenemos, vamos a apreciarlo». Para mí la canción tenía mucho misterio y, a la vez, era una celebración de estar con esta gente, de caminos perdidos que se encuentran. La escribí en ese momento, en la furgoneta, y después ya, cuando se la enseñé a ellos, cada uno hizo su aportación.

Vienen detrás de mí, cantada por Julián, tiene un aire de cabreo.

Julián: Es una oda al «choriceo». Es un intento de queja o de reivindicación porque me gustaría que volviese la figura del sereno. Creo que tenemos una cantidad de gente dando vueltas en moto y poniendo multas que, ya que lo hacen y les pagamos, sería mejor que se preocupasen de vigilar las calles… Es también un poco de queja de que hoy en día según te levantas todo se trata de pagar. Desde que te levantas hasta que te acuestas, toda la vida gira en torno a pagar cosas. Y encima en este país somos víctimas de una mala gestión por parte del Estado, que ha cedido muchas empresas que son parte de nuestro día a día y que se aprovechan por completo de nosotros. Al final, esa canción está hecha desde la mala hostia, intentando decir «¡ya está bien!».

Esa canción, dentro de vuestro repertorio, vuelve a incidir en la idea de variedad. Temáticamente cada una es muy diferente a las demás. Al final, se nota que plasmáis la personalidad de cada uno en las canciones.

Alberto: Es que, para escribir, es muy difícil abstraerse de quién eres y del momento que estás viviendo.

Julián: Además, aunque todos queramos tirar por la alegría, que es lo que todo el mundo necesita, la vida no es así. No estamos todo el rato de buen rollo, sino que tiene que haber una base de sentimientos que incluyen la pena, la alegría, etc.

En España, si cantas en inglés, no esperes que la gente cante tus estribillos

Descubrir esas diferentes personalidades en Combo Paradiso hacen que sea aún más interesante este proyecto.

Alberto: Y eso hace que no sea un producto. Nosotros queremos hacer bolos, ganarnos la vida y vender discos, por supuesto, pero queremos contar nuestras historias. Hay gente que no sabe de música y hace camisetas, otra gente escribe tuits, y nosotros hacemos esto. Así es como nosotros vemos la vida.

Ya que estamos y Ensoñación es tuya. Háblame de ella, Alberto.

Alberto: Murió mi madre y soñé con ella. No me levanté triste, sino que lo hice súper contento. En el sueño yo ya era consciente de que era un sueño y lo último que recuerdo de él es abrazarla y besarla mogollón. Entonces me levanté pensando: «Qué guay que la cabeza cree un sistema por el cual tú puedes volver a estar, durante unos segundos, con una persona que no vas a volver a ver». Yo creo que la música y la letra encajan bien en esta canción y eso es lo importante. Al final no pretende ser una canción triste, para nada, sino que todo esto de la muerte es parte de la vida y punto.

Adrián: Aquí volvemos a lo que decíamos de que prima la canción. A mí, por ejemplo, me encanta la música Country y cada vez me gusta más. Creo que el Country es como el vino, cuando tienes 20 años no te gusta mucho, pero con los años te empieza a gustar cada vez más. Al final en este estilo, salvo el solista que toca del copón, el resto de la banda simplemente hace un acompañamiento.

Alberto: Es virtuosismo sobre una base casi de karaoke.

Adrián: Exactamente. Pero ¿qué tiene el Country? Tiene una historia increíble. Da igual lo que te esté contando la canción, siempre tiene un principio y un final y, cuando termina, te das cuenta de que has oído una historia. Yo alucino con todo eso. Como nosotros somos músicos de sesión, ahora estamos más al servicio de la canción, dejando la música más atrás para pensar más en la letra y en el concepto de la canción.

Vámonos de aquí es tuya, ¿verdad, Adrián?

Adrián: Así es. La canción habla de la experiencia de un amigo mío que lo ha pasado muy mal por una historia amorosa. A mí me dio mucha pena todo lo que sufrió y, todo ese sentimiento, que para mí también fue muy doloroso porque lo viví en muchos momentos a su lado, lo reflejé en una canción. No es un buen episodio en su vida pero a veces el arte es así, no siempre es dulce.

Es una historia dura. A mí me da mucha pena la gente que se queda encerrada en un pasado y de eso hablo: de la gente que parece que no puede dar un paso al frente. Yo entiendo que el amor es jodido, es una droga muy dura. Al final, la vida es muy corta y hay que vivir el momento. De hecho, estoy haciendo ahora unas canciones para otra banda, una de ellas se llama Not Yesterday, Not Tomorrow y habla un poco de eso, de que vivimos el hoy, el mañana no existe.

De cara a la salida de Loco Vaivén, vuestro disco, ¿cuántas canciones habéis hecho hasta ahora?

Adrián: Hemos hecho 11 canciones y creo que, por una cuestión conceptual, en el disco van a quedar 9. Tenemos una canción en inglés que compuso Juan y es muy bonita. En esa canción participa Miguel, de El Náutico. Nos habría encantado incluirla porque así podemos mostrar esa faceta de músico que él tiene, pero creo que no va a ser posible. No encontramos sentido a poner una canción en inglés dentro de un disco en español.

Antes habéis hecho mención a ese cambio de idioma, ¿fue algo premeditado?

Adrián: Sí que fue premeditado. Es más que nada que llevas toda la vida cantando en inglés y te sientes muy frustrado. Te pongo un ejemplo claro: si tú cantas en inglés, no esperes nunca que en España te vayan a cantar un estribillo, por muy pegadizo que sea.

El otro día vi a Aurora en concierto y pensé que ella era muy inteligente porque los estribillos que cantaba la gente eran melodías, no eran letras. Dentro de la música que nosotros hacemos, como el blues o el jazz, no existe mucha en español, así que todo el público que tenemos está acostumbrado y no se va a extrañar, pero no es el tipo de público que te cante un estribillo (risas). Al final, es música de culto, con un público muy fiel, eso sí, pero son muy pocos. Aún así creo que es un tipo de música muy valorado. Es como el cine de calidad, que no suele estar en las grandes superficies.

AUTOR

Javier Decimavilla
Javier Decimavilla
La música nos puede salvar la vida o al menos mejorarla. Bob Dylan, Neil Young, David Bowie, The Beatles o The Rolling Stones, entre otros, nos llevan enseñando el camino a la felicidad desde hace décadas.

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