Han pasado cuatro años del debut en formato largo de Eva Valero, la mente que se esconde detrás de ese felliniano sobrenombre que es Cabiria. Aquel C’est Lindy On fue un pequeño terremoto en el pop español más underground, un despliegue de talento melódico soterrado bajo un sonido ensoñador y una querencia por lo humorístico que la alejaban de la habitual solemnidad del dream pop. En cuatro años pasan muchas cosas: se dejan atrás etapas vitales, amores y desamores, uno se cambia de país para luego volver, se incorpora a esa entelequia que es la adultez y entre medias se desmorona Occidente como quien no quiere la cosa.
Este Ciudad de las dos lunas (2021, El Volcán Música) es, en el fondo, un viaje personal, una toma de conciencia de las capacidades propias y una autoafirmación como artista pop. Donde antes había timidez y socarronería ahora hay canciones redondas y brillantes, donde antes había susurros y ambientes vaporosos ahora hay una voz rotunda que nos guía por un universo pop tan variado en sus referencias como redondo en su factura. Eva ha dejado de ser nuestra Cabiria, un hito underground, para convertirse en una de las grandes artistas de pop electrónico del país, y todo sin perder ni un ápice de su frescura o su personalidad.
El viaje pasa por canciones que hemos venido conociendo por el camino, como ese hitazo italo-disco sardónico y costumbrista que es Si pudieran hablar o ese hi-nrg lynchiano de la maravillosa DISCO-CAFÉ, con las que nos fue poniendo los dientes largos durante estos cuatro años. Otras han mutado respecto a sus versiones primerizas, caso de Fantasma o El desencanto que suenan más exuberantes y descaradas que en sus primeras mezclas. Pero es que el abundante material nuevo es arrollador. Está Ciudad de las dos lunas, imponente opening de un anime ochentero que aún no ha sido producido, está Algo de valor, donde parece que Ana Torroja esté colaborando con los Ultravox de John Foxx, está la melancolía japófila de la desgarradora Vía Torino, o el frenético eurodance de Lejos un rato. Todas las piezas encajan.
Se pasean por el álbum desde Moroder a Destroyer, desde OMD a Carly Rae Jepsen, la exótica y el city pop, Tokio y Castelldefels. El disco suena detallista y estimulante, porque Cabiria no sólo ha facturado sus mejores canciones, sino que se ha convertido en una de las mejores productoras de pop electrónico del país. El viaje no ha sido en total soledad: colaboran Sergio Pérez (Svper, La Bien Querida, Joe Crepúsculo, Soleá Morente) en la grabación y mezcla, Julián Álvarez en los vientos, from en la guitarra funk de Después de medianoche, e Izabella Kuznetsova en la letra de Abrigo de sol.
En un mundo justo este viaje terminaría con los fans de La Casa Azul, los nostálgicos de Mecano y la juventud que ha crecido con PC Music, fundidos todos en un abrazo colectivo mientras cantan a voz en grito las canciones de este álbum en un festival veraniego postpandemia. Ojalá sea así.