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Nuevos Valores: Sara Zozaya

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La música de Sara Zozaya «es un blanco y negro constante». Sus progresiones melódicas, elaboradas en arpegios y acompañadas de una lírica evocativa y punch electrónico, hablan de experiencias concretas y también de realidades genéricas, moviéndose entre el minimal, el pop lo fi y la distorsión. Una dinámica delicada que plantea en su recién estrenado segundo EP y de la que buscará impregnar también futuros proyectos.

Afincada en San Sebastián, la artista publicaba la semana pasada I (Bat, «uno», en euskera), con el que da por clausurado la saga de los EPs y abre la puerta a la gestación de su primer largo durante los próximos meses.

Hace ya dos años que la polifacética artista —también canta en Nerabe, y trabaja como promotora cultural— presentaba su proyecto en solitario, con un primer EP, de factura más cinemática y orgánica, bajo el nombre de III. Desde aquella Intro, hasta el Owltro que despide este I, existe evolución sonora pero también una pegada inmutable, un aura bien definida que hace del proyecto de Zozaya una propuesta cautivadora.

«Cada una de mis canciones funciona como un mantra», me explica Zozaya en entrevista: a partir de un concepto dado —«situaciones que he vivido o sombras a largo plazo»—, da rienda suelta a progresiones melódicas y líricas que rehúyen la estructura fija o tradicional.

Durante años, la joven de Donostia estudió música clásica —acordeón— en el conservatorio, pero se cansó «de ese tipo de educación, del mensaje que se transmitía sobre la música». Así, con 12 años empezó a componer por su cuenta dejándose llevar por la improvisación, un aspecto que sigue siendo importante en su proyecto: plantear estructuras que rompan, mezclen ritmos y evolucionen ad libitum. De hecho, la grabación de su último disco, se hizo directamente en el estudio (Tigre Studios, con Jon Aguirrezabalaga), sin demos: el tema que cierra el disco fue precisamente una improvisación allí mismo.

La primera experiencia de Sara Zozaya sobre el escenario fue con The Roof, un proyecto acústico de los ahora integrantes de Meltdown, formación de metalcore. Posteriormente, continuó con Nerabe, quienes debutaron con Toki-On en 2018 y actualmente se encuentran en proceso de autoreflexión creativa: «dedicaremos este año a parar un poco y buscarnos como grupo, poco a poco», sin pensar necesariamente en un nuevo disco, me explica.

Una necesidad quizás muy pertinente en un mundo donde las prisas están a la orden del día, algo que no encaja con las necesidades de un ámbito como la música que, en el fondo, «es una pequeña maratón», y donde «el mayor de los problemas es que queremos todo muy rápido». Y es que, como la artista canta en Alien —su primer tema en castellano, parte de I–, a veces es necesario «parar y ver qué soy».

¿Y quién es Sara Zozaya, en su trabajo más personal? Pues este proyecto funciona como «un instrumento para hacer tangible eso que llevo dentro y que no podría sacar de ninguna otra manera», me explica; pero la forma de hacerlo, en cada tema, es distinta.

Mientras que su primer EP III, encomendado al encuentro de voz, cello y piano, «era muy orgánico», en (Bat) busca ya «otra fuerza: hemos metido bases con bastante electrónica, que creo que transmiten una energía que me gusta, una herramienta para sacarte de esa lentitud y la nostalgia, una especie de luz.»

Esta dirección es la que previsiblemente seguirá explorando: «la voz seguirá siendo un elemento bastante clave pero lo importante son las progresiones musicales, que sí o sí van a ir acompañadas de batería, de guitarras distorsionadas, construyendo un ying y yang particular». Y aunque instrumentos como el cello parece que irán quedando atrás, otros como el piano seguirán funcionando como contrapeso orgánico a las filigranas electrónicas, manteniendo ese poso cinemático.

La voz, por su parte, cumple diferentes papeles: «a veces está en tu cara; otras veces se difumina entre los coros; en otras partes del disco busco que funcione como un instrumento más, en el fondo; en lili he probado por primera vez a meter efectos sobre la voz, algo que me ha costado pero me ha convencido». Junto al timbre de Zozaya, en uno de los temas se cuelan los graves de Benito Lertxundi, cantautor histórico de la música vasca, quien nunca hace colaboraciones. «Tardé mucho en preguntárselo, porque me daba miedo la respuesta», confiesa Zozaya: «pero el tema [Benetan] tenía ahí un bajón donde pensé que encajaba su voz perfectamente; se lo pregunté y me dijo que no hacía esas cosas. Al cabo de unos días me llamó y me dijo que sí: lo grabó en su casa, me mandó la línea y fluyó todo superbien», explica. El tema, en clave irónica, se construye en torno a la formulación «Benetan / De verdad», y se postula incrédulo ante las falsas promesas del mundo.

A nivel lírico, las canciones son pequeñas ventanas a su intimidad y conciencia. Breves poemas que se revuelven sobre identidades fragmentadas, sobre la búsqueda, la soledad, la subjetividad de lo real, el desamor o la alteración emocional y psíquica. Algunas en euskera, otras en inglés y, por primera vez, hemos podido escuchar una en castellano: «Cuando empiezo con un tema le noto la esencia, a ver cómo te lo explico, es algo así como cuando a Harry Potter le ponen el sombrero seleccionador, y sabe instantáneamente a qué casa pertenece; algo parecido me pasa con el idioma».

Los temas en euskera parecen gozar de un aura especial, precisamente para aquellos que, como yo, no dominamos el idioma. «El euskera tiene también una fonética que se parece bastante al japonés y la manera de cantar, los fonemas, aportan una estética muy concreta a los temas, un rollo misterioso y enigmático», reflexiona. Mantras que se repiten, bajo la misma forma o con modulaciones en la melodía, la gramática o en la declamación vocal. «Bat, tema que abre el disco, es básicamente eso, son dos frases; en Berriz, del anterior EP, también». El castellano, por su parte, es «más transparente, más directo y simple», mientras que el inglés es pura estética.

Euskera, redes sociales y escena musical

Pese a ser nativa en euskera, la artista de San Sebastián reconoce que el uso del idioma se está perdiendo. «Aunque en el rural se mantiene más, en Donosti la gente usa mucho el castellano en el día a día, y somos nosotros [las nuevas generaciones] quienes tenemos que encargarnos de cuidarlo porque muchas veces ya no sale de forma natural», explica. En este sentido, valora la existencia de un circuito cultural y musical muy vinculados al idioma, que funciona como apoyo para aquellos artistas locales que trabajan en él. «Si apoyas al euskera y haces cosas en Euskera vas a tener un hueco; formas parte de la cultura vasca y de un círculo que te dota de herramientas para seguir haciendo música».

Más allá del nivel autonómico, la escena es menos conocida: «Con Nerabe sí que tocamos fuera, en el Sonorama, por ejemplo», recuerda, pero reconoce que ve la escena nacional como «otro mundillo, algo alejado». Quizás sea, explica, porque el circuito más general sigue apostando por «ese indie clásico, que se llama todavía «indie»», pero que nota «un poco ajeno». Reconoce, no obstante, proyectos como los de Valdivia o Mon Dvy en Madrid, donde «está creciendo una movida muy interesante, con artistas que se están haciendo su hueco». También recomienda seguir trabajos como los de MICE, Dupla, Urgatz, Maren o Ro.

En otras disciplinas artísticas, Zozaya destaca el colectivo audiovisual Arriguri, productora fundada por Xabi Ojinaga y Ander Mateos, que desarrolló el videoclip para su tema Bat. «Son muy currelas y tienen muy buen gusto», afirma, «y cada proyecto que hacen sabes que va a ser bueno».

Los vídeos, así como el diseño general que rodea a su proyecto, son parte esencial del trabajo de Zozaya: «cada canción es al final un concepto, que puede ganar mucho con un apoyo audiovisual, con una estética determinada: una imagen puede ayudar a transmitir eso mismo que va de la mano con la música». Basta con echar un vistazo a su canal de YouTube para encontrar una correspondencia en los videoclips de todos esos temas y sensaciones que abarca su música. Desde la estética onírica de los primeros como Take A Breath, a la mística ritual y oscura de Bat, el collage que plantea lili o el cubismo fragmentado de Benetan, hay un poso estético muy definido, que dialoga también con las portadas de los álbumes o, incluso, con la estética minimal de los títulos de algunas canciones.

Zozaya destaca también el impulso de las redes sociales como un área que hay que cuidar. «Es flipante, los bolos están saliendo de Instagram últimamente, donde la gente te los propone directamente, incluso desde los Ayuntamientos lo usan como canal de comunicación», explica.

Y aunque entre sus diferentes trabajos ya vive al 100 % de la música, sí que le gustaría que su proyecto artístico pudiera autofinanciarse. «Tienes que currar mucho, pero creo que todos esos esfuerzos pequeños al final logran uno mayor; empiezas a rodar y van llegando cosas mejores, pero lleva mucho tiempo», reconoce. Con las ideas así de claras y un proyecto tan especial entre manos, uno puede esperar que pronto alcance nuevos públicos. Para esto será clave la publicación de un primer disco que aún está en sus muy primeros pasos. «Aún tengo que dar más vueltas al concepto, pero quiero que tenga fuerza, que valga la pena sacarlo en vinilo», determina con claridad y abre así el camino para nuevas narrativas que, alineadas con su propuesta sonora, por seguro seguirán removiendo conciencias.


A continuación, puedes escuchar diez temas recomendados por Sara Zozaya, desde Alcest hasta Madeleine pasando por Valdivia o Still Corners:

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