Jueves 7 de julio: LCD Soundsystem o cómo James Murphy se convirtió en icono pop
Cuando James Murphy decidió en 2011 dar por cerrada la todavía entonces corta trayectoria de LCD Soundsystem con un concierto histórico en el Madison Square Garden, en el documental Shut Up And Play The Hits, que recoge partes de su “última” actuación, fue cuestionado por cuál había sido su mayor fracaso con el proyecto. “Parar” fue su respuesta. Unos años después, se rumorea que a petición de David Bowie, reactivó la “banda de versiones” que arrancó hace dos décadas con un puñado de amigos y amigas para interpretar los temas de su primer álbum de estudio homónimo sin ningún objetivo en concreto más allá de pasárselo bien en directo.
Con pocas alteraciones desde entonces en su formación, ese grupo de colegas fue el que se subió al escenario del Bilbao BBK Live como cabezas de cartel del jueves para escoltar a un James Murphy que sobre las tablas es lo menos parecido a un frontman carismático. Su principal baza es precisamente su austeridad estética y naturalidad para recitar esos versos que tan pronto repasan todos sus melómanos conocimientos musicales (Losing My Edge) como incitan a desintoxicarse con el baile visceral y desenfadado (Dance Yrself Clean).
Aún con el recuerdo de aquella preparty que nunca ha llegado a existir y que fue anunciada junto a su presencia en el festival vizcaíno para conmemorar los 20 años también del sello DFA, que cofundó en Nueva York y que impulsó una nueva ola de rock bailable en la ciudad que nunca duerme con bandas hermanadas como The Rapture, Hot Chip o Radio 4, el concierto de LCD Soundsystem fue tan arrollador como cabía esperar.
Con evidente presencia foránea en las primeras filas habida cuenta de que esta era su única actuación en festivales europeos de 2022, tras una residencia de seis noches en el O2 Academy Brixton de Londres, Murphy y compañía repasaron con épica sintética, mucho gusto por el ritmo y pocas palabras -ya saben, «shut up and…«- su discontinua carrera con especial detenimiento en los hits de sus tres primeros trabajos.
Curiosamente y desgraciadamente, pasaron de puntillas por el American Dream que les alzó con el comeback al top de las listas de ventas estadounidenses y a la cabecera de los principales festivales internacionales.
Aun así, tiene mucho mérito que un tipo como Murphy se haya convertido en algo parecido a un icono pop de viejos rockeros e indies modernos reciclando toda la música que alberga en su mente, desde el post punk oscuro y críptico vía Joy Division, de los que versionaron la rareza No Love Lost, hasta el house discotequero y groovero de Daft Punk pasando por la electrónica ravera o la exquisitez analógica de Kraftwerk.
Del resto de la programación inaugural del Bilbao BBK Live 2022 destacaron por un lado los vespertinos conciertos de las cantautoras Stella Donnelly y Phoebe Bridgers.
La australiana, primero, ofreció un dinámico concierto que combinó momentos intimistas y eléctricos con mucha cercanía y espontaneidad de cara al público, apenas unas decenas de personas que se acercaron a su escenario a primera hora de la tarde. Justo después, la estadounidense, patentó con menor afición de la esperada –la organización cambió su horario la semana previa por las peticiones en redes al situarla a la par que a LCD- el reciente éxito de ventas, críticas y premios de su segundo álbum de estudio, Punisher. Brilló casi exclusivamente en el apocalíptico cierre I Know The End, en el que se salió de las poco festivaleras y lánguidas vías por las que transcurrió su actuación.
Por otro lado, también oficiaron de cierres notables de los escenarios grandes los conciertos de Caribou y Moderat. Ambas propuestas rescataron en trío sus respectivas nuevas obras para poner el broche a la primera jornada.
