Fotos: Alejandro García-Cantarero
La primera jornada oficial del Mad Cool 2019, estuvo marcada por los problemas que algunos medios tuvimos para acceder a los fosos de los conciertos más importantes del día. La falta de coordinación e información por parte de los responsables de prensa del festival derivó en la sorpresa que muchos nos llevamos al ver que ya estaban asignados de antemano los fotógrafos de la mayoría de los shows, por lo que fue difícil tomar imágenes de muchos de ellos. Error y descontrol que, todo sea dicho, se subsanó al día siguiente, organizando todo de una manera más justa y equitativa.
El jueves también se hizo evidente la disminución de público con respecto a pasadas ediciones. Quizás este haya sido el día que menos afluencia ha habido desde que el Mad Cool Festival echara a andar en 2016. Las diferencias de cartel con respecto al año pasado son evidentes y la respuesta del público no ha sido la esperada por la organización, aunque esto ha servido para que los asistentes gozaran de una mayor comodidad, menos tiempo de espera en barras, menos aglomeraciones y una mejor organización general.
Tash Sultana
La primera de las actuaciones que presenciamos es de las que deja con la boca abierta a quien no conozca a su protagonista. Tash Sultana es una joven y virtuosa artista que en su día se dio a conocer por los videos que colgaba en la red, en los que llegaba a tocar hasta 15 instrumentos. Alejada de artificios y encarando su concierto en solitario, la australiana dio rienda suelta a todo su arsenal sonoro, tanto con su poderosa y genuina voz, como con su destreza con todo el set del que dispuso.
Situada en un podio en mitad del escenario, Tash Sultana desgranó su repertorio tocando la guitarra, la percusión, la trompeta, realizando programaciones y loops de voces y riffs en el momento, desentrañando todo el talento musical que atesora y demostrando una personalidad carácter únicos. Sin duda, uno de los descubrimientos del Mad Cool de este año.
Ms. Lauryn Hill
Había ganas y bastante expectación (o dudas) por ver lo que traía consigo a nivel musical y anímico la que fuera líder de The Fugees, allá por los años noventa. De todos es sabido que en la carrera de Lauryn Hill han sido constantes los vaivenes, los desplantes a la industria, su capacidad de nadar siempre a contracorriente, su indiferencia ante las reglas marcadas, su empoderamiento.
Mientras Dj Reborn encara la intro del concierto (o eso pensábamos), la impaciencia empieza a hacer mella cuando nos damos cuenta de que ya pasa media hora del horario estipulado (y que el solape con Iggy Pop va a ser más traumático si cabe). Aun así, aquí tenemos a Lauryn Hill, que no parece salir al escenario con demasiado buen humor, pero sí con una elegancia inusitada.
El concierto de la artista de Nueva Jersey fue lo que se esperaba en cuanto al repertorio (recordemos que, tras su paso por The Fugees, solo cuenta con un disco en solitario, el exitoso ‘The Miseducation of Lauryn Hill’, que se publicó hace ya 21 años). Pero también es cierto que el show fue demasiado corto y se echaron de menos algunas de sus canciones más emblemáticas. La voz de Lauryn ya no deslumbra como antaño, pero encara el soul y el hip-hop con la misma determinación y credibilidad de siempre, apoyada por una excelente y sólida banda. El cierre, con su versión de “Killing Me Softly With His Song”, de Roberta Flack, como no podía ser de otra manera.
Iggy Pop
Mientras Lauryn Hill actuaba en el segundo de los escenarios del Mad Cool, Iggy Pop hacía lo propio en el tercero. Este solape dolió, pero fuimos capaces de disfrutar de una gran parte de ambos directos.
Solo por vivir las cuatro primeras canciones del show del ex líder de The Stooges, ya merece la pena pagar una entrada, acometiendo los clásicos “I Wanna Be Yor Dog”, “Gimme Danger” y, sobre todo, los inmortales y legendarios “The Passenger” y “Lust For Life”.
Iggy continúa en plena forma a sus 72 años y sus característicos contoneos siguen contagiando vitalidad. Su torso desnudo ya no es el mismo que hace treinta o cuarenta años, pero su actitud sigue incorruptible y eso, al fin y al cabo, es el mejor de los resúmenes de lo que el rock ha significado siempre. El recinto del escenario se quedó verdaderamente pequeño para todo el público que quiso reunirse una vez más con esta leyenda que está más viva que nunca. “Search And Destroy” y su interactuación física con el público, es el mejor de los ejemplos.
Bon Iver
Ya sabíamos de antemano, cuando se dio por cerrado el cartel de esta edición del Mad Cool, que situar a Bon Iver como cabeza de cartel único de un día, era algo extraño, incluso incomprensible. Recordemos que el año pasado esta misma posición la ocupó Pearl Jam, así que las diferencias en cuanto a tirón de público son evidentes.
Lo cierto es que la calidad artíctica del proyecto liderado por Justin Vernon es incuestionable y que sus discos siempre se encontrarán entre los lanzamientos más interesantes del año, pero en un festival como este, que ha estado acostumbrado desde su primera edición a propuestas muy diferentes a esta, chirría bastante ver a Bon Iver como cabeza de cartel.
El concierto que ofrecieron estuvo lleno de magnetismo y trascendencia, pero dejó una sensación de frialdad inaudita entre el público, mucho del cual lo presenció sentado, impasible. La música de Bon Iver es apta para otro tipo de recintos, de aforos y de horarios y con él siempre queda la sensación de un aparente esnobismo, de cierto aire de superioridad intelectual, lo cual en un evento de estas características está un poco fuera de lugar. Aun así, la banda estadounidense explotó al máximo sus virtudes, su experimentación sonora y su intensidad, sin concesiones, con un sonido envolvente y embriagador, que requiere cierto esfuerzo por parte del oyente para entrar en él, pero que una vez ahí, lleva a lugares mágicos.
Noel Gallagher’s High Flying Birds
Con mucha más ilusión y ganas se congregó el público para presenciar al mayor de los Gallagher. Siempre ocurre esto cuando alguno de los dos fundadores de Oasis se presenta en un festival de nuestro país. Las ganas por verles juntos de nuevo son de unas proporciones enormes y, aunque en solitario sea como ganar un premio de consolación, nos conformamos y nos congratulamos por ello.
La primera parte del show de Noel estuvo centrada en su carrera actual, con su banda de acompañamiento demostrando que, salvando las comparaciones, el proyecto que llena su vida ahora es sólido y con una idea genuina y potente detrás. Pero claro, al final todos esperamos lo mismo, que llegue el momento del show en el que aborde las composiciones que le llevaron a la fama en los noventa, junto a su hermano Liam (en los conciertos de este ocurre exactamente lo mismo).
Así, aunque Noel no goza actualmente de una voz para enmarcar, en cuanto suenan las primeros acordes de “Wonderwall” o de “Don’t Look Back In Anger”, el karaoke masivo es imparable y ya no importa quién esté encima del escenario, con qué actitud o si interpreta la canción de la manera más brillante. Lo verdaderamente importante es la experiencia de los que allí están, presenciar en directo canciones imperecederas junto a miles de personas, corear cada estrofa, emocionarse, abrazarse y dar las gracias por ese instante. Al final, el hecho de cerrar el concierto versionando “All You Need Is Love” de The Beatles, se queda en una mera anécdota, en un colofón festivo donde alargar más ese abrazo común que te das con tantos amigos y desconocidos.
Vampire Weekend
Puede que, si hablamos de cifras o de tipo de show, este haya sido el verdadero cabeza de cartel de la primera jornada del Mad Cool Festival. Vampire Weekend dieron un concierto soberbio, a la altura de los más grandes y dejando un excelente sabor de boca y una enorme sonrisa en la cara de los asistentes.
Con un Ezra Koening que exhalaba elegancia en cada movimiento y una puesta en escena muy en la línea del diseño de su último y reciente álbum (con globo terráqueo gigante incluido), el sexteto se presentó en Madrid con la intención de ir directos a la yugular, sin especulaciones conceptuales y alejados de todo tipo de pretenciosidad.
Aunque el concierto estuviese enmarcado en la gira de presentación de ‘Father Of The Bride‘, su más reciente publicación, el setlist desarrollado fue un verdadero Greatest Hits, recorriendo toda la discografía del grupo y no dejándose nada en el tintero. Así, abrieron fuego con “Bambina”, para ya en la segunda canción echar la vista atrás con “Cape Cod Kwassa Kwassa”, de su homónimo debut de 2008, tras la que sonó la magnífica “Unbelievers”, del que para muchos es su mejor álbum, ‘Modern Vampires Of The City’ (2013).
Por supuesto, no faltaron temas como “Cousins” o “Diane Young”, haciendo las delicias de las miles de personas que bailaron casi sin descanso a lo largo de todo el concierto. Cabe destacar la interpretación de un tema de su último disco que seguramente ya se haya convertido en un imprescindible de su repertorio: nos referimos a una “Harmony Hall” que sonó verdaderamente majestuosa y encandiló a los asistentes con un ejercicio soberbio de sensibilidad pop.
El abanico musical de Vampire Weekend ya no se basa únicamente en ese pop con influencias étnicas que tanto influyó en su día, sino que ahora son capaces de enriquecer su discurso con nuevas referencias y sin perder un ápice de la personalidad que les ha hecho ocupar el lugar que se merecen.
Los de Ezra Koening dieron en la tecla adecuada y supieron entender a la perfección lo que se esperaba de ellos, regalándonos un completísimo concierto, lleno de luminosidad y colorido. Todo un éxito y una auténtica satisfacción para sus seguidores y para todos los que se acercaron a disfrutar del espectáculo. Uno de las mejores actuaciones de todo el Mad Cool 2019.